Sobre el Padre Nuestro (4)
¿Nos escucha Dios?
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
En
ocasiones podemos pensar que Dios no escuchó nuestra oración o que si Dios ya
sabe lo que pasará entonces no tiene sentido orar. Pero sería un error, pues el
mismo Jesús nos da ejemplo de orar y nos invitar a hacerlo: “Pedid y se os
dará”. Para recibir, nos pide orar.
Incluso
nos invita a pedir al enseñarnos el “Padre Nuestro”. El Santo Padre, al seguir
su catequesis sobre esta oración, asegura que “ninguna oración quedará sin ser
escuchada”. Pero entonces podríamos preguntarnos por qué muchas de nuestras
oraciones parecen no obtener ningún resultado. Una persona decía que Dios siempre responde, pero lo puede hacer
de tres maneras distintas: La primera es cuando nos concede lo pedido. La
segunda es cuando nos pide: “Espera un poco más”. Y la tercera, cuando nos
dice: “Te tengo algo mejor”. En cualquier caso, Dios nos oye y salimos ganando.
Por ello, la oración siempre cambia la realidad. Si las cosas que nos rodean no
cambian, al menos cambiamos nosotros, cambia nuestro corazón.
2) Para pensar
Así
como cada quien tiene su forma de tratar a sus padres, así cada uno tiene su
manera personal de tratar a Dios. Orar es hablar con Dios, todos los santos han
sido almas de oración y podemos aprender de ellos.
De
la experiencia de su oración, Santa Teresita del Niño Jesús escribía: “¡Cuán grande es, pues, el poder de la oración! Diríase que es una reina que
tiene siempre libre entrada en el palacio del rey, pudiendo obtener todo lo que
pide. Para que la oración sea eficaz, no es preciso leer en un libro alguna
hermosa fórmula compuesta para circunstancias determinadas; si así fuera, ¡cuán
digna de lástima sería yo!
Para mí es la oración un arranque del corazón, una simple
mirada dirigida al cielo; es un grito de agradecimiento y de amor lo mismo en
medio de la tribulación que en el seno de la alegría. En fin, es algo elevado y
sobrenatural que dilata el alma y la une a Dios. Algunas veces, cuando se halla
sumido mi espíritu en tan gran sequedad que es incapaz de producir un solo
pensamiento bueno, rezo muy despacio un Padre nuestro o un Avemaría; éstas son
las únicas oraciones que cautivan, que alimentan divinamente mi alma y le
bastan”.
3) Para vivir
El
Papa Francisco comenta que Jesús llevaba una vida de oración: reza en su
bautismo en el Jordán; dialoga con el Padre antes de tomar las decisiones más
importantes; ora en la transfiguración; a menudo se retira en soledad para
rezar; intercede por Pedro, que pronto renegará de él: «Yo he rogado por ti,
para que tu fe no desfallezca” (Lc 22, 32). Incluso
ante su muerte inminente, Jesús consuela a las mujeres, reza por los que le
crucifican, promete el paraíso al buen ladrón, y expira orando: “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:45).
Es
un gran consuelo saber que Jesús sigue rezando por cada uno de nosotros. El
Papa nos invita a ser valientes y decirle a Jesús: “Tú estás rezando por mí,
sigue rezando que lo necesito”. Y al final de la oración, al final de la vida,
nos encontraremos que hay un Padre que nos espera a todos con los brazos
abiertos de par en par. (articulosdog@gmail.com)