Valoraciones humanas sobre
personas concretas
P. Fernando Pascual
25-1-2019
Continuamente los seres
humanos emitimos juicios de valor: sobre la ciencia, sobre la política, sobre
la economía, sobre la religión, sobre los acontecimientos, sobre las personas.
Entre esas valoraciones,
algunas tienen como objeto a personas concretas. Un familiar, un amigo, un
compañero de trabajo, es analizado en sus cualidades y defectos, en sus actos
buenos y en aquellos considerados como malos.
Las valoraciones humanas
pueden quedar en el interior de quienes las elaboran, o pueden ser comunicadas
a diversos niveles. A veces, todo queda en un diálogo entre pocos
interlocutores. Otras veces, quedan plasmadas en un chat, un blog, un artículo,
o un libro.
Quienes son valorados y
juzgados, con frecuencia, llegan a conocer lo que se dice sobre ellos. Si se
trata de alabanzas, seguramente sienten una satisfacción más o menos
tranquilizante. Si se trata de críticas y juicios negativos, pueden sentir
tristeza o incluso abatimiento.
Ante el fenómeno de las
valoraciones humanas, entre otros aspectos, puede ser bueno considerar dos
dimensiones de importancia: sobre la corrección de las apreciaciones
elaboradas, y sobre sus consecuencias en las personas concretas.
Una valoración sobre personas
concretas será más correcta en la medida en que sepa distinguir entre lo que se
ve y se observa de modo claro, lo que resulta confuso o no bien analizado, y lo
que puedan ser las intenciones concretas de las personas implicadas.
Muchas veces las valoraciones
incurren en graves errores porque no se limitan a los hechos, sino que añaden
pinceladas sobre aspectos no del todo conocidos, e incluso juicios temerarios
sobre lo que otros habrían pensado en su interior, lo cual es sumamente invasivo
y lleva fácilmente a conclusiones falsas.
Respecto a las consecuencias
de las valoraciones que salen a la luz, a veces provocan daños
desproporcionados, según la situación y modo de ser de las personas
enjuiciadas.
Ciertos hechos, no podemos
negarlo, merecen juicios claramente condenatorios, aunque algunos puedan
sentirse humillados o heridos en su corazón. Una corrección oportuna puede
ayudar a más de uno a recapacitar y emprender caminos de conversión y de bien.
Otros hechos no están de todo
probados, o merecen ser analizados con más calma. En esos casos, un juicio
precipitado puede provocar más daño del que uno pueda imaginar.
Controlar la propia mente y
las palabras que salen de la boca es siempre parte de una madurez y de una
prudencia que tanto ayudan en las relaciones humanas.
Por eso, antes de emitir
valoraciones sobre las personas y sus comportamientos, vale la pena examinar si
uno cuenta con los elementos suficientes para alcanzar conclusiones válidas, y
si exponer esas valoraciones provocará daños desproporcionados o promoverá el
bien y la justicia que tanto deseamos.