Por qué tanta gente cree a los
periodistas
P. Fernando Pascual
25-1-2019
Un periodista puede controlar
si los datos son verdaderos o inventarlos. Puede respetar los contenidos de una
entrevista o alterarlos. Puede usar una imagen para ilustrar un acontecimiento
cuando tal imagen corresponde a algo muy diferente.
El periodista que actúa de esa
manera sabe que muchas personas no controlarán la "información", y
así darán por verdadero lo que no lo es. Incluso habrá otros periodistas que a
partir de "la noticia" escribirán comentarios profundos y llenos de
condenas o alabanzas.
¿De dónde surge la credulidad
acrítica ante tantas y tantas pseudonoticias,
manipulaciones, engaños, invenciones de algunos periodistas poco responsables?
Las causas de la credulidad de
la gente son variadas. La primera surge de la prisa moderna, unida a un deseo,
a veces frenético, por estar actualizados, por conocer las últimas noticias.
Quienes, sin escrúpulos,
conocen ese anhelo por saber, pueden "saciar" la sed de información
con datos inventados, que difícilmente serán luego desmentidos. Si algún día
llegasen a ser denunciados como falsos, muchos no se darían cuenta del engaño
sufrido.
Otra causa radica en la misma
prisa de algunos periodistas. Si ha habido un atentado, dar números de víctimas
resulta clave para lograr una "exclusiva", aunque tales números no
hayan sido controlados adecuadamente, si es que no se llega al abuso de
inventarlos con mayor o menos ingenio...
Luego, se espera que lectores,
oyentes, espectadores, crean la invención precisamente porque así suponen que
están más informados, cuando en realidad han sido engañados de modo deshonesto.
La tercera causa surge desde
la sencilla suposición de muchos según la cual los medios informativos son
serios, de que la televisión no puede mentir, de que lo dicho en tal o cual
página de Internet tiene casi automáticamente garantías de veracidad.
A pesar de que tantas veces se
presume de las actitudes críticas y serias de la gente, sobre todo en las
personas con estudios, la realidad es que la credulidad sigue en pie en
millones de personas que dan por verdadero lo que puede ser inexacto, carente
de fundamento o, incluso, inventado para engañar.
La credulidad que lleva a
aceptar lo afirmado por periodistas o por personas que se autoconstituyen
como fuentes de información en redes sociales, chats, blogs y páginas afines,
necesita ser curada con una buena dosis de sentido común y un sano espíritu
crítico.
Desde luego, no hay que
recelar de todo: hay informaciones verdaderas dadas a la luz por páginas de
Internet que no son famosas pero que al menos cuentan con periodistas o
escritores serios que merecen ser escuchados.
Pero una cautela bien
dosificada evitará incurrir en la trampa del engaño, y nos hará más atentos para
evaluar si una información tiene o no tiene garantías mínimas para ser tenida
en cuenta, aunque la diga un famoso periodista o aparezca en primera página de
importantes medios de comunicación.