Aplausos que son condenas
P. Fernando Pascual
1-2-2019
Entre los fenómenos que
ocurren en el complejo mundo moderno hay uno que causa especiales debates: la
exaltación o la rehabilitación de personajes que han sido responsables de
graves delitos y condenados en el pasado.
Ello ocurre, normalmente, por
motivos ideológicos. Si quienes tienen relevancia en el mundo cultural,
político, informativo, comparten ideas con el personaje que actuó injustamente
en el pasado, es natural que quieran defenderlo e incluso ensalzarlo.
Aplausos y reconocimientos a
quienes tienen las manos manchadas de sangre o graves responsabilidades en el
daño de cientos de inocentes causan rabia en las víctimas y en sus
descendientes, así como en quienes defienden la justicia desde la verdad.
Pero en cierto sentido los
aplausos "rehabilitadores" son una ulterior condena hacia esos
personajes del pasado. ¿Por qué? Porque los aplausos de quien sostiene una
ideología injusta y ajena a la verdad no solo no rehabilita, sino que aumenta
notablemente las señales de maldad del personaje ensalzado.
A pesar del esfuerzo de
quienes quieren reescribir la historia para exaltar a sus líderes y para
denigrar a sus adversarios, la verdad nunca podrá ser asesinada, ni los
aplausos que proceden de manos deshonestas borran los delitos cometidos por
otros en el pasado.
Quienes aplauden a los
delincuentes del pasado o del presente, por lo tanto, no solo hacen más
evidente el daño cometido por ciertos personajes, sino que manifiestan su propio
modo de pensar injusto, falaz, y muchas veces lleno de un revanchismo que nunca
merecerá ser aceptado.
Mientras, las víctimas
inocentes callan, envueltas en fosas comunes, tumbas olvidadas por la gente y
libros reescritos de modo engañoso para negarles un reconocimiento que
merecerían en un mundo lejos de ser auténticamente justo.
Menos mal que, por encima de
las maquinaciones humanas, el juicio de Dios pone las cosas en su sitio,
castiga aquellas culpas de quienes no se arrepintieron, y enaltece a quienes
sufrieron en silencio y con dignidad persecuciones y asesinatos.
Esas víctimas podrán ser
olvidadas por algunos historiadores y por ideólogos del mundo moderno, pero
estarán siempre vivas en el corazón de Dios y de tantas personas buenas, amantes
de la verdad y la justicia.