DIA
ESPECIAL
Desde hacía un tiempo había
coordinado un día especial.
Debía realizar muchos
kilómetros para poder llegar hasta allí.
Debía disponer de todo el
día para poder cumplir.
No me importaba tal cosa
puesto que era una manera de agradecer lo mucho que me había ayudado hace años
pero el tiempo no se llenó de olvido.
Me solicitaba poder
bautizar a sus dos hijos.
Todo estaba autorizado y
establecido lugar y hora.
Allí debía estar y lo hacía
con la convicción de encontrarme con algunos familiares lo que ya era especial
para mí.
Durante el viaje iba
aprovechando momentos para refrescar recuerdos.
Apoyo liceal,
mates compartidos, misas de Noche Buena. Eran instancias que se venían a mí
memoria.
Grande fue mi sorpresa
cuando el abuelo de los bautizados me dice: “Vos nos casaste hace más de
cuarenta años”
No lo recordaba pero, al
decírmelo, recordé tal hecho. Eran mis primeros años de sacerdote.
“Vos, también, lo
bautizaste a él” (tío de los niños y padrino de uno de ellos)
Los recuerdos me golpeaban
reiteradamente y hacían valiese la pena lo largo del viaje.
Pero grande fue mi sorpresa
cuando me encuentro con la presencia de dos personas muy estimadas que eran las
madrinas porque amigas de la madre.
Fueron muchísimos los
recuerdos que me asaltaron.
Tantos que no encontraba
muchas palabras para comenzar aquella celebración.
No quería, y no debía,
detenerme en la madre y las madrinas puesto que ni ellas ni yo resultábamos los
importantes en aquella celebración.
No podía evitar los
recuerdos los recuerdos fuesen los protagonistas de aquella celebración pero
los mismos estaban invadiendo mi ser sin que pudiese detenerlos.
Luego la celebración se
encargó de hacer que los recuerdos quedasen en un costado dentro de mi ser.
Sabía estaban pero no podía
prestarles mucha atención puesto debía concentrarme en la celebración para la
que me habían invitado.
“Yo soy hermana de …..” y me dijo el nombre de mi ahijada de confirmación.
“No pudo venir por el trabajo” “La había invitado para darte una sorpresa” me
dijo la madre de los niños.
Sin duda no habría sido una
sorpresa sino un terrible golpe a la emoción puesto ella es un ser muy querido
por mí.
No quería dejar aflorar los
recuerdos puesto que ello habría desvirtuado la razón de la celebración.
Estoy seguro muchos de los
presentes sabían la intensidad de lo que significaba mi presencia en aquella
celebración.
Hay oportunidades donde
alguna situación hace muy especial alguna celebración.
Aquella celebración estaba
rebosante de connotaciones especiales y muy particulares.
Iba para devolver algo de
lo mucho recibido y me encontraba, otra vez, recibiendo muchísimo como para
descubrirme aumentando mi deuda de gratitud.
Sin duda que así son
siempre las cosas de Dios.
Siempre estamos en deuda de
gratitud para con lo que nos hace vivir.
Siempre estamos en deuda de
gratitud para con lo que nos obsequia.
Llegué cansado de un
prolongado viaje pero con el corazón pleno de gratitud y disfrute por aquellos
encuentros tan gratificantes.
Padre
Martin Ponce de Leon. SDB