CADA DÍA SU AFÁN
Diario de Leónm
UN OASIS EN EL DESIERTO
Como conclusión de su importante
viaje a los Emiratos Árabes Unidos, el día 5 de febrero de este año 2019, el
papa Francisco celebró la santa
misa para unas 120.000 personas en la
Ciudad Deportiva de Abu Dabi. El tema de su homilía fue el pregón de Jesús
sobre las Bienaventuranzas.
De ese texto evangélico extraía
el Papa un mensaje fundamental: “Si
estás con Jesús; si amas escuchar su palabra; si buscas vivirla cada día, eres
bienaventurado”. Con toda intención subrayó la forma verbal: “No serás bienaventurado,
sino que eres bienaventurado: esa es la primera realidad de la
vida cristiana”.
Como respondiendo a frecuentes malentendidos, el Papa
afirmó que la vida cristiana “no consiste en un elenco de prescripciones
exteriores para cumplir o en un complejo conjunto de doctrinas que hay que
conocer. Es sentirse, en Jesús, hijos amados del Padre. Es vivir la alegría de
esta bienaventuranza, es entender la vida como una historia de amor, la
historia del amor fiel de Dios, que nunca nos abandona y quiere vivir siempre
en comunión con nosotros”.
Todos buscamos y añoramos la verdadera alegría. Pues bien.
Vivir el amor de Dios “es el motivo de nuestra alegría, de una alegría que
ninguna persona en el mundo y ninguna circunstancia de la vida nos puede quitar”.
Es verdad que las bienaventuranzas son escandalosas para
muchos. Este mundo considera bienaventurados y felices a los ricos, a los poderosos, a los que tienen
éxito y son aclamados por las multitudes. “Para Jesús son bienaventurados los
pobres, los mansos, los que se mantienen justos aun corriendo el riesgo de ser
ridiculizados, los perseguidos”.
Cabe preguntarse si tiene razón el mundo o la tiene Jesús.
Para responder basta ver cómo vivió Jesús. “Pobre de cosas y rico de amor,
devolvió la salud a muchas vidas, pero no se ahorró la suya. Vino para servir y
no para ser servido; nos enseñó que no es grande quien tiene, sino quien da.
Fue justo y dócil, no opuso resistencia y se dejó condenar injustamente. De
este modo, Jesús trajo al mundo el amor de Dios”.
El Papa añadió que
para vivir las Bienaventuranzas no se necesitan gestos espectaculares. Jesús no
dejó nada escrito, no construyó nada imponente. Las Bienaventuranzas no exigen
de nosotros acciones sobrehumanas. Nos invitan a imitar a Jesús, a tener limpio
el corazón, a practicar la mansedumbre y la justicia, a ser misericordiosos con
todos, a vivir la aflicción unidos a Dios.
Con una imagen muy sugerente en una tierra desértica, dijo
el papa Francisco que quien vive al modo de Jesús purifica el mundo. Es como un
árbol que, aun en la tierra árida, absorbe cada día el aire contaminado y
devuelve oxígeno. De esta forma, las
comunidades cristianas pueden ser oasis de paz en medio del desierto. ¡Todo
un desafío!
José-Román Flecha Andrés