Evitar los desgastes
innecesarios
P. Fernando Pascual
22-2-2019
Se desgastan los zapatos, se
desgastan las baterías, se desgastan las paredes, se desgasta la vista.
También se desgastan las
personas, cuando se someten a ritmos excesivos de trabajo o a problemas y
tensiones que poco a poco quitan fuerzas.
Hay desgastes innecesarios
cuando emprendemos acciones o tareas que tranquilamente podemos dejar de lado
sin perjudicar a nadie.
Por ejemplo, buscar en exceso
el dinero, o hacer deportes arriesgados, o comer demasiado, provocan desgastes
y daños innecesarios.
Entre los desgastes
innecesarios, algunos surgen cuando las tensiones con otras personas llevan a
buscar respuestas y "soluciones" que no arreglan nada.
Eso ocurre, por ejemplo,
cuando respondemos con rapidez y dureza a un desprecio, y conseguimos empeorar
la situación, mientras aumenta la sensación e inquietud por haber actuado de
modo incorrecto.
Antes, pues, de emprender una
nueva tarea, o de aspirar a lo que parecen mejoras pero que no son necesarias,
o de responder en una discusión compleja, conviene preguntarnos si vale la
pena.
Porque la vida ya de por sí
está llena de tareas y retos buenos en los que sí vale la pena desgastarse, en
vez de "perder" esa vida y dañarla con desgastes inútiles.
Cada día que iniciamos,
podemos pedir luz a Dios para identificar qué desgastes habría que dejar a un
lado y en qué acciones buenas podemos invertir el tiempo, las fuerzas y las
energías que Él ha dado a nuestros corazones.
Así será posible desgastarnos
sanamente al promover en el mundo un poco de belleza, de amor y de justicia
entre quienes comparten nuestra misma aventura humana.