QUÉ
ESTOY HACIENDO
Sabía
era un algo temprano para comenzar el día.
Sentía
debía ponerme en actividad, pero también, un fuerte deseo de continuar acostado
por un rato más.
No
me había despertado ninguna realidad ajena (despertador o algún ruido en la
casa) sino que me había abandonado el sueño.
No
quería encender la luz para no caer en la tentación de mirar la hora.
Después
de cumplir con el ritual de cada despertar (hacer mis necesidades fisiológicas,
lavarme la cara y los dientes, peinarme) encendí la computadora puesto que
debía hacer este artículo para el diario.
Suponía
habría de pasar un buen tiempo buscando algún tema y, por lo tanto, mientras
pensaba, tenía tiempo para preparar el mate.
Ya
podía sentarme y, mientras tomaba unos mates, comenzar a tirar unas letras para
ocupar algunos renglones y todo se limitaba a lo sucedido en la mañana.
“Vengo
a ver si usted me puede dar una mano. No soy de aquí. Soy de Fray Bentos y como
no tenía trabajo allá me vine a buscar algo aquí. Estoy cuidando coches en la
terminal. Hago unos pesos pero no da para vivir. Estoy durmiendo debajo de los
pinos que hay allí.”
“Lo
nuestro no funciona así. No es cuestión de venir sino que es por invitación
pero igual te vamos a dar una mano. Deberás ganarte un lugar con respeto e
integración. Pasá y buscate un lugar”
“No
conozco nada”
Justo
en ese momento irrumpió en la puerta uno de nuestros invitados de siempre. “Ayudalo a que encuentre un lugar y que se siente a comer”
Cuando
pude sentarme a la mesa le miré con disimulo. Tenía el plato servido y miraba
en todas las direcciones como esperando alguien le diese la orden de que podía
comenzar a comer.
Desde
donde me encontraba le podía ver con tranquilidad.
Dijo
unas muy pocas palabras y comió con apetito dos platos abundantes.
Antes
de retirarse agradeció la comida y preguntó si podía volver a lo que le
respondí afirmativamente.
Varias
preguntas surgían en mí mientras le veía retirarse.
Sabía
que muchas veces había insistido en la necesidad de respetar la puerta interior
de cada uno.
Que
hay que esperar con respeto puesto que esa puerta interior solamente se abre
desde dentro y cada uno es dueño de abrir el espacio que desee.
Podría
haberlo derivado al área social del municipio donde la habrían dado alguna
respuesta pero, sentí, Dios lo había puesto en nuestro camino.
Quizás
alguien le sugirió nuestro lugar y él, en su necesidad, se llegó hasta
nosotros.
¿Qué
estoy haciendo?
Lo
nuestro no es una solución sino un sencillo parche a una realidad existente en
algunos.
Lo
nuestro no habrá de revertir su situación pero, por lo menos, será un momento
donde no se habrá de sentir “en la calle” como me lo dijo en varias
oportunidades.
Lo
suyo es una situación más de las muchas recibidas.
¿Cuántas
solicitudes de “una mano” hemos recibido?
Algunas
eran situaciones que no podíamos aceptar puesto que iban más allá de nuestras
posibilidades. Otras eran situaciones que podían encontrar una pequeña
respuesta.
Sin
lugar a dudas han sido muchas, demasiadas, las situaciones recibidas o planteadas.
Al
comenzar con esta actividad jamás se me pasó por la mente el ser un punto de
referencia para algunos.
Aquello
que comenzó como un encuentro entre algunos cuida coches y nosotros se ha ido
transformando en un lugar donde algunos podían venir a buscar una mano.
No
siempre, lógicamente, se puede responder afirmativamente pero siempre se puede
brindar una pequeña ayuda como respuesta.
La
realidad supera, muchas veces a nuestras posibilidades, pero, mientras tanto,
se intenta brindar una posibilidad a quien lo necesita.
¿Qué
estoy haciendo? ¿Es eso lo que Dios me pide?
Padre
Martin Ponce de Leon SDB