Al inicio de la Cuaresma
El despertador del alma
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Cuentan que el gran escritor inglés Chesterton era tan inteligente
como despistado. En una ocasión que iba viajando en tren, el revisor le pidió
su boleto. Chesterton empezó a buscarlo pero no lo encontraba. Revisaba todos
sus bolsillos y no lo hallaba. Se iba poniendo cada vez más nervioso,
comenzando a sudar. Entonces el revisor, que lo conocía, le dijo: “Tranquilo,
no se preocupe, no le voy a cobrar otro boleto”. Pero el escritor le repuso:
“No me importaría pagar otro boleto; lo que me preocupa y mucho, es que he
olvidado a dónde voy”.
Lo
que no pasa de ser una anécdota, se puede convertir en una tragedia cuando se pasa
por la vida sin saber a dónde se va. Para ello la Cuaresma sale en auxilio.
Dice el Papa Francisco que la Cuaresma es el tiempo para redescubrir la ruta de
la vida. Porque en el camino de la vida, como en todo viaje, lo que realmente
importa es no perder de vista la meta.
2) Para pensar
Así
como en un largo viaje, alguien puede llegar a dormirse, en el viaje de la vida
también podemos dormirnos y no darnos cuenta hacia dónde nos dirigimos. Por
ello, dice el Papa Francisco que la Cuaresma es un despertador.
El
signo de la ceniza en la cabeza nos despierta para revisar hacia dónde va mi
vida. Si buscamos solo las realidades terrenales, acabamos por no tener nada
pues todo se desvanece, como el polvo en el viento: Los bienes son pasajeros,
el poder pasa, el éxito termina. La cultura de la apariencia, hoy dominante,
que nos lleva a vivir por las cosas que pasan, es un gran engaño. Porque es
como una llamarada: una vez terminada, quedan solo las cenizas. La Cuaresma es
el momento para liberarnos de la ilusión de vivir persiguiendo el polvo.
Nos
invita el Papa para que cada uno se pregunte: “¿en el camino de la vida, busco
la ruta? ¿O me conformo con vivir el día, pensando solo en sentirme bien, en
resolver algún problema y en divertirme un poco? ¿Hacia a dónde me dirijo? ¿Tal
vez la búsqueda de la salud, que muchos dicen que es hoy lo más importante,
pero que pasará tarde o temprano? ¿Quizás los bienes y el bienestar? Sin
embargo no estamos en el mundo para esto. El Señor es la meta de nuestro
peregrinaje en el mundo. Y toda ruta se ha de trazar en relación a él. En eso
consiste la conversión de la que se oye hablar estos días cuaresmales:
Convertirse es redirigirse al Señor.
3) Para vivir
En
este viaje de regreso a lo esencial, que es la Cuaresma, el Evangelio propone recorrer
tres etapas sin hipocresía: la oración, la limosna y el ayuno, ha recordado el
Papa. Pero, ¿para qué sirven?
El
Papa Francisco responde: Porque nos devuelven a las tres únicas realidades que
no pasan. La oración nos une de
nuevo con Dios, miramos a lo Alto; la limosna no une con el prójimo, nos libra de la vanidad, del tener
desordenado; el ayuno no une con nosotros
mismos, nos libra de vanidades. Son tres realidades que no se acaban: Dios,
los hermanos, mi vida: tres inversiones para un tesoro que no se acaba.
La
Cuaresma es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades, un
tiempo para recuperarnos de las adicciones que nos seducen, un tiempo de
conversión. (articulosdog@gmail.com)