Coacción mediática sobre los
jueces
P. Fernando Pascual
12-3-2019
Las leyes pueden ser buenas o
malas, pero un Estado está llamado a hacerlas respetar en vistas a evitar el
caos y a promover el respeto hacia las instituciones, sobre todo a través de
los tribunales y los jueces.
Existen, sin embargo, diversas
formas de coacción sobre los jueces que dificultan enormemente su labor en
algunos Estados. Una consiste en presiones de algunos medios de comunicación
que presentan procesos contra ciertos delitos como si tales procesos fueran
injustos y contrarios a la libertad.
Otra coacción mediática busca
arrinconar a los jueces para que declaren la culpabilidad de los acusados, en
casos en los que haría falta más serenidad para ir a fondo en las pruebas que
pueden no ser suficientes para decidir sobre los casos concretos.
Esas coacciones pueden tener
mayor o menor fuerza. En los casos más extremos, a través de imágenes en
televisión o en youtube, desde declaraciones de los
supuestos culpables o de las supuestas víctimas, con la ayuda de editoriales y
artículos, los jueces llegan a ser acusados de liberticidas, represores, amigos
del poder y enemigos de algunos derechos fundamentales.
En realidad, un juez es
honesto cuando busca aplicar la ley y persigue adecuadamente a quien la viola.
Desde luego, ante una ley inicua, un juez (como cualquier ser humano) está
llamado a la desobediencia, la cual implica llegar al heroísmo de renunciar al
cargo y denunciar qué derechos fundamentales quedan amenazados por leyes injustas.
Pero si el juez no considera
injusta la ley y acepta el encargo recibido, tiene la obligación de hacer
cumplir las leyes y de castigar adecuadamente a quienes las violan, sin
detenerse ante presiones de la "opinión pública" que puedan dañarle en
su trabajo.
Al mismo tiempo, quienes
trabajan en medios informativos (prensa, radio, televisión, internet), y la
gente en general, necesitan reconocer que para el buen trabajo de cualquier
juez hace falta evitar presiones indebidas mientras se desarrolla un proceso.
Solo en un clima de serenidad
pública, sin coacciones mediáticas, será posible analizar si una persona o un
grupo han realizado acciones contra la ley y, en caso afirmativo, cuáles serían
las penas que merecen recibir.
Esa es la tarea que está llamado
a desempeñar cualquier juez honesto y serio. Porque las reglas valen para
todos. Porque un delito no castigado destruye la armonía social. Porque un
inocente declarado culpable implica una enorme injusticia. Y porque ninguna
coacción, mediática o de otro tipo, debe impedir el trabajo serio que permite,
en los tribunales, condenar a los culpables y absolver a los inocentes.