PROGRESOS

 

Desde que comenzamos nuestra mesa compartida hemos podido disfrutar de algunos progresos.

Al comienzo algunos de ellos carecían de palabras para establecer una relación con los demás.

Aislado en su capucha, no se la sacaba ni para comer, esbozaba algunos monosílabos para decir algo.

Era suficiente para hacerse entender y ello era más que suficiente.

Un día, y ha pasado un buen tiempo, nos visitaba y compartía la comida, un grupo de otra ciudad cercana. Al terminar su comida, lejos de irse como lo hacía siempre, se levantó y recorrió todos los lugares dando la mano a cada uno de los presentes. Desde ese día ya no quedó nada de aquel huraño comensal.

Fue un pequeño paso que, tal vez, muchos no supieron valorar pero para quienes compartimos con él muchos almuerzos no podíamos dejar de asombrarnos.

Los progresos que podemos apreciar no son grandes realizaciones o grandes obtenciones.

Es el progreso de ver que aquella persona que vivía la tristeza de no poder disfrutar de su hija porque la madre se lo impedía, ahora viene con ella a compartir la mesa.

Sus cambios han permitido que la madre de la niña tuviese una actitud distinta para con él. Ahora es confiable.

Lo bueno de estos cambios es que no son producto de “haberles comido la oreja” sino producto natural de una convicción.

De una forma u otra, hoy, todos dan una mano por iniciativa propia.

En alguna oportunidad debí invitar a saber esperar. Si se les pedía algo lo hacían para complacer a quien se lo solicitaba. Hoy lo hacen porque han llegado a la convicción de que es lo que deben hacer.

No es que se han vuelto perfectos ni han llegado a la cumbre de la colaboración pero….

Venía temprano para bañarse. Un día descubrió que podía venir, poner la mesa y luego bañarse. Y es eso lo que hace por pura iniciativa.

No cumple un mandado sino que realiza una tarea que le hace saber prestando un servicio para todos.

Quienes tenemos la suerte de compartir con ellos los tres días de “mesa compartida” podemos disfrutar más que nadie de los progresos individuales de cada uno de ellos.

Es evidente que estos progresos no hacen otra cosa que mostrarnos que son posibles los logros.

Queda, sin lugar a dudas, mucho camino por realizar. Cada uno de ellos continúa siendo un desafío que asumir.

Es bueno saber que el desinterés puede más que la imposición.

Es bueno saber que la cercanía puede más que las distancias.

Es bueno saber que el acompañar jamás resulta indiferente.

Es bueno saber que la aceptación es mucho más elocuente que los rechazos.

Ha sido un largo camino pero, sin duda, con muy diversos momentos. Algunos muy gratos y varios de los otros.

No es fácil ver que se vuelve al alcohol luego de mucho tiempo de abstinencia.

No es sencillo saber que a alguien se le cierran las puertas por su costumbre de robar.

No es cómodo no poder ayudar a alguien por su negativa a dejarse ayudar.

Pero esto se vuelve pequeño cuando uno puede disfrutar los progresos que se dan en ellos.

Tenía la costumbre de, al terminar la comida, salir a llevarlos a sus lugares de trabajo y hoy debo esperarles a que terminen de ayudar a limpiar o acomodar las cosas para la actividad siguiente.

Es evidente que no faltan quienes no han logrado dar algún paso en dirección a algún progreso pero llama la atención como muchos de ellos le hacen el vacío por su actitud ventajera para con el resto.

Quizás usted me diga que son muy pequeños progresos los obtenidos como para que me sienta orgulloso de ellos.

Cada uno de esos progresos solamente responden al hecho de haber sido tratados como personas y como tales responden a su medida.

 

Padre Martin Ponce de León S.D.B