El ser humano y la educación
P. Fernando Pascual
18-3-2019
Todo proyecto educativo se
construye, explícita o implícitamente, sobre una manera de concebir al ser
humano.
Las preguntas necesarias para
entender mejor nuestra humanidad muchas: ¿existen diferencias relevantes entre
el hombre y los animales? ¿Entre los mismos seres humanos? ¿Hay una igualdad
radical o diferencias según diversos parámetros? ¿Tiene sentido hablar de
dignidad humana y por qué? ¿Cómo explicar la relación entre mente y cerebro?
¿Existe una libertad que deje espacio a las decisiones éticas?
La lista de preguntas sobre el
hombre puede ser mucho más larga. Las respuestas, en un mundo pluralista, son
más o menos diferentes, incluso opuestas según las perspectivas adoptadas.
Para quien defiende una visión
materialista que niega cualquier espacio a la espiritualidad, el ser humano
surge en el mundo por procesos evolutivos sin finalidad, y queda completamente
aniquilado tras la muerte.
Para quien adopta una visión
espiritualista, el ser humano tiene algo que supera lo simplemente material:
surge desde la intervención de Dios, y está destinado a una existencia tras la
muerte biológica.
Un educador, sea en la
escuela, sea en la familia (los padres tienen un importante papel como educadores
de sus hijos, no solo cuando son pequeños), lleva dentro de sí una visión
antropológica, una respuesta a las preguntas fundamentales sobre la existencia
humana.
La filosofía sobre el hombre,
en diálogo con otras disciplinas, busca encontrar buenas respuestas a esas
preguntas fundamentales que ayudan a comprender la existencia humana.
Desde esas respuestas, cada
método educativo se orienta de una manera o de otra. Porque no es lo mismo
educar al ser humano si es visto solo como un eslabón de un proceso evolutivo
ciego, que educarlo si se considera parte de un designio divino, orientado
constitutivamente hacia una finalidad temporal y eterna.