Antes y después, atrás y
adelante
P. Fernando Pascual
29-3-2019
En algunos modos de presentar
la historia de la humanidad se recurre a términos que hablan sobre el tiempo y
sobre el espacio, sobre todo cuando se analiza el menor o mayor progreso de los
pueblos.
Entre esos términos, dos se
refieren al tiempo: antes y después. Otros dos términos aluden al espacio:
atrás y adelante.
Resulta fácil asociar
"antes" a "atrás", mientras que "después" (o
ahora, si se usa como diferente de "antes") quedaría unido a
"adelante".
El uso de esos términos
estimula a la mente pero puede llevar a errores de perspectiva en ciertas
valoraciones. Por ejemplo, cuando se juzga que un pueblo está retrasado porque
se ha quedado "atrás" y busca vivir en el pasado (en el "antes").
Esos errores ocurren cuando se
piensa que lo de ahora (o después) sería automáticamente mejor respecto de lo
de antes, como si los cambios fuesen garantía de mejora, de avance, de
progreso.
Basta un poco de perspicacia
para reconocer que algunos cambios que han dejado "atrás" modos de
pensar y de vivir han sido dañinos y, por lo tanto, han impedido alcanzar un
verdadero progreso.
Al mismo tiempo, en el mundo
de hoy perviven personas y pueblos que piensan y viven como se hacía hace
décadas, o incluso siglos, sin que ello implique un haberse quedado
"atrás" o haber perdido el tren de la historia.
En realidad, todo ser humano,
viva como viva, piense como piense, es un protagonista de la historia. Sus
ideas y sus comportamientos podrán ser juzgados como mejores o peores, pero no
tiene sentido condenarlos como si hubiesen quedado superados por el
"adelante" o el "después".
No es justo, por lo tanto,
decir que una persona que escoge no usar computadora ha quedado atrás, porque
sin ese aparato puede hacer mil cosas buenas. Como tampoco es correcto decir
que otra persona ha progresado hacia lo mejor simplemente porque tiene un
teléfono móvil.
Lo importante, a la hora de
hablar de mejoras o de daños, es ver si este modo de pensar y de vivir
corresponde a lo más específico del ser humano, a su apertura hacia el amor a
Dios y hacia los demás.
Solo desde esos parámetros
llegamos a una buena comprensión de lo que sea el progreso auténtico y justo
que esperamos alcancen todo, tanto si viven sin tecnologías sofisticadas como
si emplean aparatos electrónicos recién inventados.