Antes y después de los hechos
P. Fernando Pascual
9-4-2019
Un historiador, al estudiar
documentos, al leer testimonios, al tener una mirada de conjunto sobre un
periodo del pasado, pues hacer un buen análisis de los hechos, de sus causas,
de sus resultados.
En cambio, quien está en el
presente y busca cómo orientar sus decisiones de la mejor manera posible, no
alcanza una comprensión suficientemente completa de la situación, como la que
hipotéticamente consigue el historiador al analizar el pasado.
Pensemos en tantos estudios y
análisis sobre una guerra. El historiador presenta los puntos débiles y fuertes
de cada contrincante. Ve las decisiones adoptadas, los aciertos y los fallos
estratégicos. Evidencia los aspectos más relevantes en la economía y en los
sistemas de reclutamiento.
Al final de leer análisis bien
llevados sobre hechos pasados, uno concluye que los líderes de un bando se
lanzaron a una guerra que estaba perdida desde el inicio, y que cometieron
fallos injustificables desde el punto de vista político, económico y
estratégico.
Pero cuando recordamos cómo se
ven las cosas en el presente, mientras los hechos están abiertos a mil
opciones, y lo fácil que es equivocarse por la falta de perspectiva, por las
prisas, por las ambiciones o por los odios, entonces resultan más comprensibles
(aunque no justificables) los errores de unos o de otros en el pasado.
En la vida tenemos que
afrontar cientos de decisiones. Si tuviéramos la posibilidad de ver las cosas
de un modo sereno y completo, cometeríamos menos errores y tomaríamos
decisiones bastante sensatas.
Desde luego, quedan siempre
abiertos espacios a comportamientos imprevisibles de otros o a golpes de suerte
o de mala suerte (mejor, a coincidencias favorables o desfavorables) que llevan
a desenlaces inimaginables.
Sin embargo, la mayoría de las
veces buenos análisis permiten opciones acertadas y resultados bien merecidos,
con lo que ello implica de seguridad y de satisfacción. Lo que ocurre es que
esos buenos análisis no siempre están al alcance de la mano.
Antes de los hechos resulta
casi imposible prever todo lo que puede ocurrir. Después de los hechos, somos
capaces de desentrañar causas y efectos, lo cual puede servir para mejorar en
el futuro.
En un mundo lleno de
indeterminaciones, con mentes no siempre perspicaces y corazones muchas veces
cegados por las pasiones, no hay casi nunca certezas sobre lo que puedan ser
los hechos futuros.
A pesar de tanta
indeterminación, una sana prudencia, unida a la confianza en Dios, permite
seguir en camino con compromisos orientados a promover el bien y la justicia, a
reparar daños producidos por mil causas diferentes, y a esperar que un día tras
la muerte llegará el triunfo completo de quienes se abrieron a Dios y a los
hermanos.