Riesgos que valen la pena
P. Fernando Pascual
24-5-2019
Giran por Internet textos que
invitan a arriesgar. Desde luego, se trata de arriesgar por el bien, la verdad,
la justicia. Y de hacerlo de modo oportuno.
Lo importante es reconocer que
no estamos llamados a una vida fácil. Existen momentos o situaciones
prolongadas en que todo parece sencillo y bajo control. Pero en otros momentos
los cambios son tan veloces que los riesgos se hacen presentes y amenazadores.
Entre esos cambios encontramos
aquellos que surgen desde nuestras decisiones. Si uno opta por lo fácil, lo
cómodo, lo que satisface sin esfuerzo, seguramente arriesgará poco.
Pero vivir para lo fácil y
dejar a un lado los riesgos sanos y nobles, ¿no es perder mucho de lo bueno que
cada uno puede hacer por los demás?
Ante las diferentes
encrucijadas de la vida, el corazón generoso está dispuesto a pasos difíciles,
a "complicarse la existencia", cuando ve que puede poner en marcha
caminos de mejora.
Entonces uno asume riesgos que
valen la pena. Desde luego, resulta necesario evaluar bien si un nuevo proyecto
es asequible, si llevará a resultados válidos sin daños desproporcionados.
Por eso, antes de asumir un
reto arriesgado, la virtud de la prudencia nos permite ver la situación en su
conjunto y tener la perspectiva adecuada.
Luego será el amor el que
impulse a salir de uno mismo, a dejar comodidades dañinas, y a arriesgarse para
ayudar a otros, cercanos o lejanos.
El tiempo no se detiene. Las
decisiones fraguan la historia personal y la de quienes de algún modo dependen
de nosotros.
Por eso pedimos a Dios que nos
conceda luz para identificar qué opciones buenas tenemos ante nosotros, y que
nos contagie con un amor generoso que nos permita acometerlas llenos de
esperanza y alegría.