A un joven profesor
P. Fernando Pascual
30-5-2019
El padre abad conocía muy bien
a aquel joven que iba a empezar esa misteriosa experiencia de dar clases. Se
sentó junto al teclado y empezó a escribirle.
"Te mando un saludo
esperando estés muy bien. Como me pediste, te envío algunas ideas por si te
ayudan en este importante momento de tu vida.
Hace años tuve la dicha de dar
clases. Es una experiencia maravillosa pero difícil. Hay momentos que llenan el
alma y otros que dejan un extraño vacío.
Recuerdo cómo preparaba las
clases. Ideas principales, bibliografía, esquema, desarrollo, palabras
importantes, ejemplos, fotos y gráficos.
Ordenaba todo el material, lo
repasaba una y otra vez, incluso a veces sentía que iba a dar una clase
excelente.
Luego llegaba la hora de la
realidad. Percibía cierto cansancio en los alumnos, disipación, desgana,
apatía. En ocasiones, la atención era muy baja.
Cuando les pedía preguntas,
algunas eran muy buenas. Otras, mediocres. Muchas veces, un silencio entre la
indiferencia y la distracción daba a entender que el argumento no había llegado
a sus corazones.
Gracias a Dios, en otros
momentos los ojos brillaban, había participación, las preguntas estimulaban al
debate. Pero cuando la clase salía mal, un sentimiento de fracaso rondaba en mi
corazón.
Si la clase salía regular, si
los bostezos eran frecuentes, si bajaban los ojos a los celulares para
encontrar algo más interesante, sentía pena por haber perdido su interés.
¿Será culpa mía? ¿Habré
preparado mal aquella clase? ¿Necesito mejorar la pedagogía? ¿No será que el
tema en sí carece de interés en un mundo como el nuestro?
Las preguntas me obligaban a
una serena autocrítica. No podía quedar tranquilo ante muestras de apatía en
aquellos muchachos que estaban ante mí unos minutos cada semana.
Te comento estas experiencias
porque creo que pueden servirte si te encuentras en momentos desfavorables, que
desde luego todos desearíamos evitar.
Me gustaría que lograses
siempre captar el interés de los alumnos hasta hacerlos correr junto a tus
investigaciones. Pero la realidad es que durante las horas de clase ocurren
miles de eventos que sorprenden o que desconciertan.
Estás empezando esta hermosa
tarea de ayudar a otros en la búsqueda de verdades para la mente y de actitudes
adecuadas para el corazón.
El mundo ha cambiado mucho en
las últimas décadas y cambia con frecuencia, pero la nobleza de la ayuda que
los profesores ofrecen a sus alumnos conserva siempre su brillo.
Te deseo un año académico
lleno de las bendiciones de Dios. Pase lo que pase, no dejes de amar a tus
estudiantes. Ese cariño vale más que diapositivas, videos o discursos bien
organizados.
Espero tus noticias tras el
inicio de tu aventura académica. Ten ánimo: tienes cualidades y, sobre todo,
espíritu de iniciativa. No te frenes ante las dificultades. Aprender de los
errores de una clase puede abrir horizontes de mejoras importantes para el
mañana.
Dios te bendiga ahora y
siempre. Tu hermano en Cristo..."