LA BREVE HISTORIA DE JUAN
Me
permitirán utilice un nombre ficticio para el personaje de este relato.
Luego
de dar unas vueltas llegué a la parroquia a media tarde. Un joven se encontraba
sentado en la vereda.
Al
verle se me vino a la mente el que estaba allí esperándome y algo habría de
pedir.
Como
miraba en otra dirección no podía ver su rostro pero me parecía no le conocía.
Bajo,
cierro el auto y me dirijo a la puerta. Allí él se pone de pie. No me resultaba
visto su rostro.
“¿Usted
es el Padre Martín?” me pregunta. Le contesté afirmativamente mientras abría la
puerta de ingreso a la casa parroquial.
“Me
mandaron de (me dice el nombre de una institución de servicio) y que usted me
podría ayudar en algo”
Buscó
una billetera en uno de sus bolsillos y sacó un papel. “Estoy recién salido de
la cárcel de Montevideo y aquí puede leer que no estoy requerido sino en
libertad” Me negué a tomar su papel y le dije que le creía y no era necesario
me mostrase nada.
“Es
la tercera vez que caigo en la cárcel y no quiero volver a ella. Me dijeron que
en Mercedes podía encontrar un refugio donde me podía internar y rehacer mi
vida. Al llegar aquí me encuentro con que no hay tal cosa y desde hace casi una
semana estoy en la calle. No sé en qué me puede ayudar pero vine porque me
dijeron hablase con usted”
Le
manifesté que no podía hacer mucho por él y lo envié al área social de la
intendencia. Quizás allí podían encontrarle una solución a su situación.
Poco
más de una hora estaba de regreso. Estábamos en misa y me esperó hasta concluir
la misma.
“¿Pudiste
hablar?” “La señora que usted me dijo no
se encontraba y me dijeron volviese (me dice un día y una hora)”
Ya había decidido que le daría la oportunidad
de un baño con agua caliente y un lugar donde pasar esa noche.
“¿Puedo
hacerle una pregunta?” “Sí, claro”
“Primero
tiene que saber algo de mí. Yo soy incapaz de hacerle mal a alguien pero cuando
algo me es injusto me descontrolo y no puedo dominarme. Esto me llevó, ya, tres veces a la
cárcel. Estar allí es un infierno y no quiero volver a ella. Por eso me vine de
Montevideo para internarme en algún refugio y donde no conociera a nadie ni
nadie me conociera y así pudiese empezar una vida nueva. Llego aquí y me entero
no hay nada y estoy vendiendo curitas para juntar para el pasaje y volverme
pero no saco ni para la comida. La rambla es muy bonita pero es terrible para
dormir allí. En la cárcel me enfermé de tuberculosis pero ya estoy curado pero
mal comido y durmiendo en la calle tengo miedo volver a pescarla. El único
abrigo que tengo es una frazada que me dieron en la Cruz Roja y la ropa que
tengo puesta.”
“La
verdad es que aquí no vas a encontrar mucha ayuda para tu planteo. Trae tu
mochila y, por esta noche, te ofrezco un lugar”
Me
siguió y le mostré un lugar donde podía dormir. Le mostré el baño y le indiqué
que si lo deseaba se podía dar una ducha caliente y podía comer de lo que allí
había. “¿En serio me puedo bañar? Con eso ya está sería lo más” Su rostro se
iluminó con una sonrisa al decirme tal cosa. Al día siguiente me dijo se había
duchado anoche y en la mañana puesto hacía un tiempo no se bañaba.
Antes
de retirarse le dije iría a hablar en la intendencia y lo encontraría en la
rambla para darle alguna respuesta.
Cuando
llegué a la intendencia él ya estaba esperándome. Hablo con la encargada del
área social y, como siempre, su disponibilidad fue inmediata. “Ya le doy un
pasaje a Montevideo”. Lo hizo pasar y al poco rato salió con la orden para el
pasaje.
“Ahora
creo que se me abren las puertas. Nunca pensé encontrar tanta disponibilidad.
Ni usted ni la señora me miraron de arriba abajo para observarme simplemente me
dieron una mano. Ojalá algún día pueda volver a encontrarme con usted para
decirle que he salido adelante”
Lo
dejé en la puerta de la terminal.
Allí
concluyó, para mí, la breve historia de Juan.
Padre Martin Ponce de Leon SDB