Apariencias malas y
apariencias buenas
P. Fernando Pascual
7-6-2019
Las apariencias engañan. Lo
hemos escuchado muchas veces. Lo hemos experimentado, en ocasiones, con pena.
Porque una cosa es la
apariencia y otra la realidad. Este reloj parecía bueno. No dura ni tres días.
Esta comida parecía sana. Provoca una fuerte infección intestinal.
A pesar de todas las críticas
a las apariencias, tenemos que reconocer que vivimos continuamente de
apariencias.
Lo bueno, si no aparece como
bueno, no es escogido. Lo cual significa aceptar que hay apariencias "buenas",
las que nos guían hacia elecciones válidas.
Entonces, no podemos
despreciar en bloque las apariencias, sino que hemos de buscar modos eficaces
para distinguir entre apariencias malas y apariencias buenas.
Una apariencia será mala si
nos hace suponer que algo benéfico sería dañino, o si nos engaña al presentar
lo dañino como benéfico.
Una apariencia será buena si
desvela que hay un mal presente en esta fruta, o si nos indica que esta bebida
es la que ahora más nos conviene.
El ser humano no consigue
alcanzar una visión completa de las cosas, ni tiene un saber que le lleve a
percibir en cada momento lo que sea realmente bueno para él y para otros.
Por eso dependemos
continuamente de conocimientos imprecisos, de opiniones sujetas al error, de
consejos que nos guían aproximativamente en tantas decisiones de la vida.
En el marco de esa imprecisión
humana, saber reconocer las apariencias buenas permite evitar errores que
pueden llegar a ser graves, y orientar mejor las decisiones en vistas a
acercarnos cada día un poco más al verdadero amor hacia Dios y hacia los
hermanos.