DETALLES INOLVIDABLES
La
vida, en oportunidades, nos obsequia regalos que se nos vuelven inolvidables.
Son
pequeñas cosas que nos toman por sorpresa y se adhieren a nosotros para
siempre.
Voy
a hacer referencia a dos de ellos puesto que los mismos, cada tanto, los vuelvo
a disfrutar.
Le
había encontrado tirado debajo de la cama. El frío de sus manos era por demás
elocuente e impactante. Con la ayuda de otra persona lo habíamos dejado
acostado y envuelto en unas frazadas. Era evidente que el frío de sus manos no
respondía a una realidad exterior sino que era de su interior.
Se
negaba a solicitar ayuda de los médicos y ello me impedía realizar lo que
entendía era lo necesario. Por el motivo de su negativa solicité una ayuda para
la situación.
Cada
momento que pasaba me obligaba a pensar si lo encontraría con vida al regreso.
Sentía que lo único que había logrado era robárselo a la muerte por unos
instantes.
Aquella
mujer, a la que había solicitado una mano, se inclinó sobre su almohada y pronunció
su nombre y le continuó hablando. Su rostro se transformó colmándose de una
extraña dulzura en medio de aquella situación difícil.
Con
delicadeza elevó su mano hasta el rostro de aquella mujer y le brindó una
delicada y dulce caricia imposible de olvidar. Aquella mujer también
experimentó la delicadeza de aquel gesto puesto que el suyo se transformó
también.
Fue
un instante mágico en medio de aquella situación.
Estoy
seguro me resultará muy difícil poder olvidar aquel momento. Aquello fue un
detalle inolvidable, regalo de la vida. Estoy convencido que para aquella mujer
también ha de ser inolvidable aquella caricia regalo gratuito a todos sus
gestos de solidaridad.
El
joven se llegó hasta la parroquia en busca de una ayuda. Cuando le mostré el
lugar donde podía quedarse por esa noche le mostré la comida de la que podía
servirse lo que deseara. Le dije que podía darse un baño, si lo quería, puesto
que tenía agua caliente para hacerlo. El rostro de aquel joven se transformó
desde una insospechada sonrisa.
“¿En
serio puedo bañarme? Con eso ya está, no preciso más”
Luego
habría de decirme que se había duchado en la noche y luego de despertar. Antes
de retirarse me solicitó un tiempo para volver a ducharse. Pero aquella sonrisa
había valido por todo lo que podía haber realizado por él.
Aquella
sonrisa fue un detalle inolvidable, regalo de la vida.
Esos
detalles son, creo yo, la forma que tiene Jesús, de agradecer lo que realizamos
por Él.
Mientras
pienso en estos dos detalles inolvidables me considero un privilegiado de poder
vivir este tipo de momentos.
Sin
duda usted no puede dejar entrar a un desconocido a su casa y brindarle la
oportunidad de una ducha ni puede entrar a la casa de un vecino para robárselo
a la muerte por unos pocos momentos. Dios me regala la oportunidad de poderlos
vivir y experimentar lo disfrutable de sus detalles inolvidable.
Pero
usted también tiene a su alcance otros detalles que se quedan definitivamente
en su interior.
Por
lo general esos detalles son el resultado de algún gesto desinteresado de su
parte que encuentra el obsequio de lo inesperado para su vida.
Dios
es un Padre que siempre tiene alguna sorpresa con la que impactarnos y
animarnos a continuar en nuestra tarea. Nunca, lo que realizamos le resulta
indiferente y nos lo hace saber con esos detalles inolvidables.
Dios
siempre nos sorprende atendiendo nuestros pobres gestos de solidaridad para con
los demás y nos lo hace saber.
Experimentar
tal cosa no es otra cosa que el descubrirnos privilegiados porque no somos
merecedores de que Dios nos atienda como lo hace.
Mucho
más privilegiados cuando nos descubrimos realizando lo que debemos y recibiendo
esos detalles inolvidables con los que nos anima a continuar por su camino de
compromiso y cercanía con los demás.
Padre Martin Ponce de Leon SDB