SUSTO

 

Terminé la eucaristía del día y me dirigí a mirar el informativo de uno de los canales de televisión, cosa que suelo hacer todos los días.

Me llamó poderosamente la atención ver abundante sangre sobre unos diarios.

Me pongo a buscar al dueño de aquella sangre y no logro encontrarle por ningún lado.

Supuse se había retirado y que la sangre habría sido de algún accidente  circunstancial.

A la mañana siguiente, otro de nuestros huéspedes, me dice que fulano tiene toda la cara cortada por el perro. “¿Dónde lo viste?” “Pasó toda la noche acostado en mi cama. Yo dormí en el baño”

Me dirijo hasta el lugar indicado y su rostro era una extraña máscara de hinchazón, sangre seca y dolor.

Le digo que debe limpiarse y curase con algo. Acepta de pocas ganas.

Intento limpiarle pero no me deja debido a que le duele. Comienza a limpiarse él.

Después que se limpió en los lugares donde no le dolía le pido me cuente lo sucedido.

Me hace un relato que me ayuda a no entender mucho lo sucedido. Algo había pasado y el perro había reaccionado lastimándolo.

El perro es su compinche en muchas cosas. Duermen juntos en la misma cama. Cuando él se retira de la cama deja al perro durmiendo envuelto en la frazada. En oportunidades, cuando está tomando mate, se le ocurre que el perro desea tomar mate y trata de ponerle la bombilla en la boca hasta que le cansa y el perro se retira de junto a él. Lo mismo sucede cuando se le antoja que el perro quiere fumar un poquito. Comparte la comida con el perro acercándole la cuchara para que coma.

Por más que he intentado cambie su comportamiento tal cosa resulta imposible.

Le dije que lo mejor sería ir al hospital y se negó rotundamente. Sé que si insisto en tal cosa lo único que habré de lograr es que se vaya a andar por la calle.

Me ocupaba el que fuese a infestarse su rostro ya que un importante corte recorre su nariz y varios arañazos se encuentran en la cercanía de uno de sus ojos.

Por la noche aceptó que una señora lo llevase hasta su casa para limpiarle la cara. Parece que unas pastillas anti inflamatorias y calmantes habían hecho su efecto. Cuando regresó ya, su rostro, era otra cosa puesto que bien limpio.

A la mañana siguiente continuaba diciendo que no le dolía. Su inflamación seguía siendo notoria aunque mucho menor que el día anterior.

Con sorpresa le escucho decirme que a las dos debía ir al hospital porque el enfermero de la esquina lo iba a atender.

En el hospital fue todo bien hasta que la doctora le dijo que le iban a dar un pinchazo. Se desencajó y por tal motivo me vine con dos anti bióticos que debe tomar.

Debe de sentirse incómodo como para permitir ser atendido en el hospital pero, por otra parte, ya está haciendo su vida normal.

Cuando le vi en la mañana del primer día de su in suceso mi susto fue grande puesto que pensé las heridas afectaban uno de sus ojos.

Durante todo el día temí se infectara algunas de aquellas heridas.

En algunos lugares unas pequeñas ampollas blancas me hacían saber que algo de infección había.

Ahora que ya está tomando antibióticos un algo de tranquilidad se llegó hasta mí. Reiteradamente me decía era responsable de él y debía agotar todos los medios para una complicación mayor en su salud.

Son parte de una tarea asumida pero nunca pensando en estas complicaciones extras a lo normal.

Mucho me llama la atención el hecho de su respuesta a cualquier remedio que toma. Su cuerpo, con muchos años de calle, está colmado de respuestas naturales pero esto me resultaba pre ocupante.

Uno supuso todo se limitaría a deber soportarle cuando llega tomado o cuando tiene mucha necesidad de llamar la atención pero esto no entraba en los cálculos de nadie.

Hoy le veía conversando y mimando al perro y su relación había vuelto a la normalidad pero yo no podía evitar continuar sintiendo había vivido un buen susto.  

 

Padre Martin Ponce de León SDB