RECONOCERTE
Debo
aceptar no me resultó fácil reconocerte.
Muchas
veces había pasado por allí y te había visto pero no te había reconocido.
Muchas
veces he hablado de ti pero, ahora, no te reconocía y todas mis palabras se
atragantaron en mi interior.
Es
muy fácil hablar de ti y de tu historia pero verte hoy, al menos para mí, no me
resultó tan sencillo.
Tienes
un rostro que, sin duda, no es el que aparece en las imágenes o en las
estatuas.
Tienes
un rostro tan nuestro que es preferible verte como uno más de los muchos que
andan por nuestras calles.
Sé
el nombre y me quedaba en ello. No se me ocurría pensar que eras tú.
Has
puesto como un pequeño asiento en la esquina de aquella calle y allí, sentado,
pasas tus horas largas.
De
vez en cuando te levantas para acercarte a alguna moto o algún auto con un “Se
la cuido” a flor de labios.
En
oportunidades tu estado te hace levantar con pasos tambaleantes y no llegas a
pronunciar palabras puesto que las mismas te resultan difíciles de pronunciar.
Una
vez te vi y dormías desparramado sobre las baldosas de la vereda y, en otra
oportunidad, sobre un cartón que hacía las veces de colchón.
Tomas
y ello es, muchas veces, tu único alimento. Otras veces te alimentas con algo
que algún vecino solidario te acerca.
En
diversas oportunidades hemos intercambiado alguna charla y siempre
intercambiamos un saludo. Pero nunca lo hice teniendo presente eras tú con
quien hablaba y al que saludaba.
Me
limitaba a ver que continúan pasando los días y sigues con la misma ropa. Haga
mucho frío o un algo de calor y siempre con la misma vestimenta.
Últimamente
tu barba tupida de negro ha ido creciendo hasta hacerse muy notoria.
Sé
que, ahora, ya no duermes en la calle puesto te han conseguido un lugar donde
pernoctar. Una dificultad menos para tu particular existencia.
Hoy,
cuando pasé y te saludé, me dije: “Es Jesús y quiere haga algo por él”
Creo
pusiste esa idea en mi mente cansado de que no te reconociera.
Creo
te diste a conocer cansado de esperar hiciese algo por ti.
¿Por
qué me costó tanto reconocerte?
¿No
vivo hablando de la necesidad de descubrir a Jesús presente en los demás?
¿Es
que esa persona no es parte de “los demás” en las que estás tú?
La
teoría es muy sencilla pero lo que cuenta es la realidad y los actos que
realizo para con ella.
De
muy poco sirve la teoría, por más elocuente que sea, si no motiva nuestras
acciones vitales por muy sencillas que parezcan.
Tal
vez, Señor Jesús, sea más fácil reconocerte en alguna situación extraordinaria
o en algunos rostros particulares que en alguien que uno ve con frecuencia y,
en oportunidades, en estado deprimente.
Recién
ahora caigo en la cuenta que tu buscaste estar en estado deprimente puesto que
colgado de la cruz eras un guiñapo de
ser humano para mostrarnos que, también, hacías tuyas esas realidades.
Claro,
tú en la cruz ya eres una figura a la que nos hemos acostumbrado a ver. Pero
tú, hoy, asumiendo nuestras miserias no es algo que estemos acostumbrados a
ver.
Pero
no quiero caer en excusas fáciles ni en pretextos inconsistentes. Debo aceptar
que me costó reconocerte y nada más.
¿Cuántas
veces habrás pasado por mi vida y no supe verte?
¿Cuántas
veces habrás quedado esperando algo de mí y no supe dártelo?
¿Cuántas
veces me necesitaste y me conformé con saludarte?
Perdón,
Señor Jesús, debo reconocer que no me resultó fácil reconocerte.
Padre Martin
Ponce de Leon SDB