La “Indiferencia Exasperante”
¿Tenemos helado el corazón?
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
“Una
de las peores enfermedades del mundo es no ser nadie para nadie”, decía la
Santa Madre Teresa de Calcuta. Si vivimos en sociedad, no es que por azares del
destino nos tocó vivir en comunidad, sino porque es natural a la persona humana
convivir, pues será ahí donde pueda perfeccionarse, sobre todo en lo más
importante como lo es en el amor.
El
Papa Francisco se refirió el pasado domingo a la famosa y hermosa parábola del
“buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37), la cual se ha convertido en el modelo de
cómo debe actuar un cristiano para ganar la vida eterna. El Papa invitó a todos
a leerla. En ella un pobre individuo es robado, golpeado y dejado medio muerto
por unos ladrones. Y aunque pasan cerca un sacerdote y un levita, no se detienen.
Es un samaritano que pasa, quien se compadece y se ocupa de él. Y eso que los
judíos trataban a los samaritanos con desprecio. De esta manera Jesús nos
muestra que hay que dejar cualquier prejuicio y tener compasión incluso con los
extraños y socorrerlos con todos los medios a nuestro alcance.
2) Para pensar
Se
cuenta la historia de un campesino que vivía en lo alto de un monte y bajaba
todos los días a la ciudad. Era un hombre piadoso y al volver, pasaba sediento
y cansado junto a un río, pero no bebía para ofrecerle a Dios ese sacrificio.
El cielo respondía a su sacrificio haciendo lucir cada noche una brillante
estrella que el campesino admiraba y agradecía que hubiera sido recibido con
beneplácito su sacrificio por Dios.
Cierto
día se encontró a un amigo en la ciudad que lo acompañó a su casa. Cuando se
acercaban al río, ambos cansados, pensó que si no bebía agua, su amigo tampoco
lo haría, y viéndolo agotado decidió beber. Su amigo se refrescó bebiendo
también. Esa noche, el campesino pensó que al no haber hecho el sacrificio, no
aparecería la estrella, pero cuál va siendo su sorpresa que vio brillar en el
firmamento dos brillantes y hermosas estrellas. Su misericordia fue premiada
doblemente.
Pensemos
si en ocasiones no pasamos también de largo ante la necesidad de alguien, sin
tener compasión.
3) Para vivir
Al
terminar de contar la parábola, Jesús pregunta: “¿Cuál de estos tres te parece
que ha sido un prójimo del que cayó en manos de ladrones?”. Se le responde: “Quién
tuvo compasión de él.” (v. 37). Jesús lo aprueba y dice “Haz tú lo mismo”. Esta
es la clave: Ser capaz de tener compasión. Por eso, señala el Papa, si no sentimos
compasión frente a una persona necesitada, si nuestro corazón no se conmueve,
significa que algo anda mal en nosotros, que nuestro corazón se ha convertido
en hielo.
No
podemos dejarnos llevar por la insensibilidad egoísta, por un “indiferentismo
exasperante”. Jesús nos indica que la misericordia hacia una necesidad es el
verdadero rostro del amor. Por eso Dios mismo es misericordia, porque tiene
compasión y es capaz de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado y
perdonarlo. Jesús mismo es la compasión del Padre por nosotros. Al final el
Papa Francisco pidió a la Virgen María nos de la gracia de tener y de crecer en
la compasión.
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