Pensamientos y acciones
P. Fernando Pascual
27-8-2019
Pensamos que es bueno hacer
deporte. Determinamos un momento del día. Abrimos la puerta. Salimos de casa.
Empezamos a correr.
Pensamos que es útil una buena
dieta. Pedimos consejos que consideramos válidos. Realizamos las compras
necesarias. Empezamos un nuevo modo de comer.
Muchas de nuestras acciones
dependen de nuestros pensamientos. Si son pensamientos buenos, correctos,
cercanos a la verdad, ayudarán a conseguir metas aceptables.
Ciertamente, esos pensamientos
están acompañados por emociones, recuerdos, ansiedades, esperanzas. No existe
un pensamiento puro, ni siquiera cuando hacemos cálculos para ver si compramos
unos zapatos u otros.
Luego, con una mayor o menor
perspicacia, desde un razonar bien orientado, o desde ideas y emociones que
confunden, alcanzaremos algunas conclusiones y llegaremos a propósitos más
concretos.
A pesar de algunas críticas
del pasado o del presente, nuestros pensamientos son fundamentales para
orientar del mejor modo posible (así lo esperamos) la propia vida.
Un pensamiento equivocado
puede llevarnos a grandes males. Basta con recordar cómo ideas de tipo racista
impulsaron a algunos a provocar la muerte a millones de inocentes.
En cambio, un pensamiento
cercano a la verdad abre un horizonte de opciones buenas que, ejecutadas con
una voluntad sana y con el apoyo de la virtud, permitirán mejoras importantes
en nosotros y seguramente también en otros.
Nuevas ideas han llegado a
nuestra mente. Iniciamos a pensar. Pedimos luz a Dios para dejar a un lado
ideas malas, que solo provocan pecados e injusticias, y para encontrar y acoger
ideas buenas.
Desde ellas, nuestros
pensamientos quedarán bien encaminados y facilitarán decisiones y actos que,
así lo deseamos, sirvan para promover un mundo más bello, más justo y más
abierto al amor verdadero.