Libertad, culpas y méritos
P. Fernando Pascual
1-9-2019
Un acto libre puede ser bueno
o malo, justo o injusto, beneficioso o dañino. Quien realiza tal acto adquiere
méritos o culpas.
Solo desde la admisión de la
libertad surgen esos dos grandes fenómenos que caracterizan la experiencia
ética del hombre: la culpabilidad y el mérito.
Porque sin libertad un acto
sería simplemente resultado de algún determinismo o de casualidades
imprevistas, sin responsabilidad alguna de quien lo realice.
En cambio, si uno decide, con
plena conciencia y libertad, hacer algo concreto, se reviste de mérito (en lo
bueno) o de culpa (en lo malo).
Si la libertad funda la
existencia de culpas y de méritos, esa misma libertad permite cambiar las
propias decisiones, para bien o para mal.
Por eso, tristemente, alguien
que muchas veces ha escogido lo bueno y lo justo puede un día cambiar de ruta y
realizar algo malo e injusto.
Al revés, lo cual abre un
maravilloso horizonte de esperanza, quien ha escogido lo malo y lo injusto
puede arrepentirse, reparar y volver al buen camino.
Reconocer esto puede generar
miedo. Una computadora no tiene culpas ni méritos. Realiza todo con precisión
envidiable. Un ser humano, en cambio, está continuamente abierto a cambios para
el mal o para el bien.
Pero más allá del miedo,
reconocer que somos libres nos desvela esa dimensión maravillosa de lo humano:
la posibilidad de amar y de entregarnos a otros.
Cada día me presenta múltiples
opciones. Al decidir, libremente, me oriento hacia lo malo o lo bueno, adquiero
culpas o méritos.
Por eso pido ayuda a Dios para
que ilumine mi mente y fortalezca mi voluntad, de forma que me aparte del
camino que lleva a la perdición y, así, pueda avanzar confiadamente hacia el
camino que conduce al amor y la justicia.