Un abuso en nombre de la
justicia
P. Fernando Pascual
27-8-2019
Es uno de los mayores
misterios humanos: tocar lo bueno y convertirlo en malo. Pasa con el amor, pasa
con la libertad, pasa con la tecnología, pasa con las fuentes de energía. Y
pasa también con la justicia.
Uno de los modos en los que se
usa (y abusa) la justicia de modo distorsionado, en beneficio del mal, para
favorecer a unos y dañar a otros, consiste en invocarla de modo arbitrario,
insuficiente, discriminatorio.
Ocurre cuando se dice defender
a las mujeres (adultas) cuando se calla, muchas veces de modo cómplice, ante la
muerte de seres humanos eliminados con el aborto, incluso cuando se eliminan
sistemáticamente embriones y fetos femeninos.
Ocurre cuando se dice ayudar a
los pobres que están en la calle cuando quedan casi por completo en el olvido
los pobres anónimos que mal viven en sus casas y no tienen fuerza o valor para
pedir asistencia y medicinas, para obtener comida y medios con los que
conseguir un mínimo de higiene en sus cuerpos y en sus hogares.
Ocurre cuando se denuncian las
ilegalidades cometidas por los de una tendencia política cuando se omite
cualquier mención a las ilegalidades "de los nuestros", como si solo
fueran relevantes unos delitos y otros no.
Ocurre cuando se rasgan las
vestiduras ante los abusos de cualquier tipo cometidos por quienes pertenecen a
una creencia religiosa mientras se ocultan los abusos de miembros de otras
creencias.
Ocurre cuando gobiernos o
grupos sociales dicen promover "memorias históricas" orientadas a
denunciar y recordar los crímenes de unos al mismo tiempo que mantienen un
silencio cómplice por lo que se refiere a los crímenes de los adversarios.
La lista podría ser
larguísima, pero tiene siempre el mismo elemento común: abusar de la palabra
justicia, dañarla de un modo contradictorio, para acusar a unos mientras se
encubren los delitos de otros.
Porque si uno dice,
sinceramente, que defiende la justicia, lo hará en serio. Es decir, buscará
defender los derechos de todos, sean de este partido o del otro, de esta
religión o de otra, de este sexo o del otro, nacidos o no nacidos.
No hay justicia verdadera
cuando unos invocan esa palabra para solamente defender a unos mientras se
ignoran, incluso se ocultan, las agresiones y daños perpetrados contra otros.
En cambio, habrá justicia
cuando, de verdad, tengamos los ojos y el corazón abiertos y disponibles para
defender a quienes han sufrido y sufren cualquier forma de abuso,
discriminación arbitraria, injusticia.
El mundo necesita un baño de
justicia. Hay millones de víctimas de las que no se habla ni en los
parlamentos, ni en la prensa, ni en la literatura. Basta con pensar en tantos
hijos matados antes de nacer, o en tantos ancianos abandonados a su suerte.
Por todos aquellos seres humanos
que sufren una doble injusticia, la de un abuso y la del silencio de quienes
podrían defenderlos, vale la pena alzar la voz y abrir los ojos de la gente
para que consigan, también aquí en la tierra, recibir un poco de alivio, de
consuelo y de justicia auténtica.