Como Marta, acogerte en casa
P. Fernando Pascual
8-9-2019
Es famosa escena: Marta sirve,
María contempla. Pero la escena fue posible gracias a una acción de Marta.
"Yendo ellos de camino,
entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa" (Lc 10,38).
Esa es la grandeza de Marta:
invitar, recibir, acoger a Cristo. Esa es la clave para entrar en la nueva vida
de Cristo.
"Pero a todos los que Le
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre" (Jn 1,12).
El cristiano no es alguien que
ha conquistado una meta difícil, heroica. Es, simplemente, un hombre o una
mujer que han acogido a Cristo en su casa.
La laboriosidad de Marta, su
iniciativa al invitar a Cristo, permiten a María ponerse a sus pies, escoger la
mejor parte junto al Maestro.
En el bautismo Cristo tocó
nuestras vidas y nos unió íntimamente a Él. Luego, cada día, necesitamos
recordar su presencia para acogerlo nuevamente.
"Mira que estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y
cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20).
Pasas por el camino de mi
vida. Estás a la puerta esperando un gesto de acogida. Deseas que te reciba,
sin forzarme.
Porque buscas solo corazones
que aman. Y solo hay amor cuando el invitado y el que invita actúan desde la
libertad.
Hoy, como Marta, quiero
acogerte en mi casa. Porque también te acojo cuando doy de comer al hambriento,
cuando visto al desnudo, cuando cuido al enfermo, cuando visito al encarcelado
(cf. Mt 25,34-40).
Entonces mi corazón,
hambriento de esperanza, encontrará al único que salva, al verdadero Amigo, a
aquel que vino al mundo para salvar a quienes lo acogieron...