La cerveza, “bebida bíblica”
Padre Pedrojosé Ynaraja
No aparece en la Biblia explícitamente esta bebida. Según
opinan los autores, no era preciso hacerlo, ya que era de uso común y frecuente
en el entorno y procedencia de Israel, tanto Mesopotamia como Egipto, de aquí
que con seguridad era conocida y consumida desde mucho antes de su asentamiento
en la tierra propia. En general, se piensa que la expresión “no beberá vino, ni
bebida fermentada” corresponde a la cerveza.
A LOS 22 AÑOS
Personalmente, recuerdo verla desde mi niñez, pero tengo muy
presente la primera vez que la probé. Me habían dicho tantas veces que era
amarga, que solo estando un día en una tienducha desconocida por entre las
montañas pirenaicas, cuando ya tenía 22 años cumplidos, pensando que si la
escupía nadie se daría cuenta, me atreví a beberla. Me gustó. Siempre la había
considerado un refresco y aun por tal la tengo, de manera que me cuesta admitir
que es bebida alcohólica, de la que muchos se exceden y con la que muchos se
emborrachan.
Antropológicamente, los autores reconocen que ciertos sabores
están anclados en la naturaleza humana. No se discute, por ejemplo el aprecio
del sabor dulce. Ahora bien, el amargo es un gusto escogido libremente, que se
puede desconocer y del que se puede prescindir toda la vida.
LÚPULO
La genuina cerveza, en la antigüedad mesopotámica y egipcia,
era consecuencia exclusiva de la fermentación de la cebada germinada. Ahora
bien, ya que el resultado era desagradablemente dulzón, se le añadió, ya en
tiempos remotos, lúpulo, que anulaba tal sabor. Lo primero que se me ocurre a
mí en tal caso es porque no agregaron raíz de genciana (la “Gentiana
lutea”), que es la substancia vegetal más acerba que
se conoce y hoy entra a formar parte de aperitivos fuertes, el más conocido
entre ellos es el Suze.
BEBIDA ALCOHÓLICA
Que quede claro, pues, que la cerveza es bebida alcohólica,
con sus inconvenientes y ventajas. ¿De done le viene al ser humano el atractivo
por el alcohol etílico? Sinceramente lo ignoro pero debe remontarse a épocas
prehistóricas, ya que en el relato del Diluvio, paralelo a la epopeya de Gilgames, ya cuenta que Noé, el predilecto de Dios y único
que con su familia se salvó de la inundación, se emborracho. Más tarde, pero en
época patriarcal, las hijas de Lot embriagaron a su padre para conseguir
mediante incestuosos propósitos la descendencia que deseaban legítimamente.
EL VINO
Mi propósito era escribir sobre la cerveza y me he detenido
en el vino de uva. Era apropiado y legítimo hacerlo. Es la bebida aristocrática
por excelencia, que no sería legítimo ignorar. Y ya metido en este terreno,
debo decir que si uno planta una viña, tendrá que esperar algunos años, hasta
para poder gozar de sus racimos, considera tal es el prodigio, que antiguamente
el propietario ofrecía sus primeros frutos como postre de un convite al que
invitaba a sus amigos. Muy al contrario, el labrador siembra el cereal en el
otoño mediterráneo y antes del verano ya puede segar, trillar y beldar el
grano, para de inmediato ponerlo en remojo, que germine en pocos días,
machacarlo levemente, someter lo triturado sumergido en agua a la fermentación,
etapa corta, cuestión de pocos días, y beberlo de inmediato. Desde la siembra a
la consumición pasan pocos meses, no ocurre así con el majuelo, sea viña o
parra.
CADA CERVEZA…
Cada cultura tiene su cerveza. A la genuina derivada de la
cebada, se le puede mezclar trigo, arroz, maíz o sorgo. La que por las tierras
donde habito consumimos en botella o lata, acostumbra a ser mezcla variada que
se especifica como “norma de obligado cumplimiento” en la etiqueta, fermentada
sí, pero a la que el gas se le ha añadido al final. Las llamadas y tan
cacareadas cervezas artesanas, según reza la propaganda, su gas carbónico es el
originado en el proceso natural, que se realiza herméticamente.
“NI CHICHA, NI
LIMONÁ”
Cuando me refería a la originalidad de cada cultura, estaba
pensando en la chicha. Según me contaron, en tierras caribeñas, el maíz
ablandado, era masticado por viejas del lugar, cuya saliva resultaba ser
fermento del caldo, que conseguiría su alcoholización. Tuve durante un tiempo
un pequeño mortero de madera, que me dijeron que, ya por aquel entonces, había
substituido al mordisqueo de las espabiladas ancianas. Y si he mencionado esta
bebida es porque nunca me he explicado de donde procedía la expresión tan
castellana “ni chicha, ni limoná” procediendo el maíz exclusivamente del
continente americano.
Otras cervezas me cuentan quienes vienen de África, las
obtienen de ciertos plátanos y su duración, es decir la no acidificación dura
muy poco. Y no olvido, el pulque, el maguey, el mayáhuel
o la hidromiel, cuyo sabor desconozco, también pero
que me gusta saber de dónde proceden y que método de elaboración siguen para
conseguirlo.
MEDIDA
Vuelvo a la Biblia, a la que me referí al principio. He
olvidado expresamente a Sansón, (jueces 13) y a las prohibiciones que se le
exigían al nazir de Dios. Añado únicamente que
aceptada la interpretación que mencionaba, en el libro de los Números, (28, 7)
dice refiriéndose a nuestra bebida: “la libación correspondiente: un cuarto de
sextario por cada cordero y la libación de bebida fermentada para Yahvé, la
derramarás en el santuario” ¿a quién de entre nosotros se le ocurriría hoy,
ofrecer como objeto de fervor ante una santa imagen de su devoción, un vaso de
cerveza?
Era mi propósito referirme a las cervezas de monasterio, a
las indiscutibles y preciadas trapistas. Pero el mes de agosto, que por no
gozar de vacaciones yo, me ha dejado exhausto mentalmente, me inclina a
abandonar estos comentarios. La próxima semana lo acabaré. Perdóneseme también
la pobreza de ilustraciones.
Ilustraciones.- Las imagenes de más
arriba son relativas a la cebada. Despues vienen imagenes de maiz fresco en plantaciòn y de mazarocas.
Aparece tambien el mijo. La de arriba, obviamente, es
la etiqueta de una cerveza belga de abadía.