NO PODÉIS SERVIR A DOS SEÑORES (2)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Solo se puede servir a uno. Y colaborar, entusiasmarse o
aficionarse a otros, en todo caso.
El consorte o la consorte, los hijos, la asociación vecinal o
nacional, las aficiones, etc. ¿son amores secundarios? Sí, pero muchos de ellos
amores auténticos, repletos de dignidad.
Y más aún, algunos incorporados a su Fe. Quien vive su
matrimonio como imagen y símbolo del Amor de Cristo con su Iglesia, quien ve en
sus hijos la colaboración con Dios, que le permite procrear, engendrar santos
en proyecto, quien la ONG a la que está comprometido no es otra cosa que la
realización de la Caridad y en cualquiera que encuentra y observa debilidad,
sus consejos no son otra cosa que abrirle sendas de Esperanza. Sus escritos,
familiares, conferencias, periodísticos o libros que edite, incorpore el deseo
de enriquecer visiones que no son otras que chispitas de Fe, no debe temer.
Sirve a un solo Señor de múltiples maneras como diversos son los resplandores
que desprende un brillante.
Vuelvo a anteriores comentarios. Una cosa es aprender y otra
ser empollón. Al primero sustentará su vida lo aprendido, el segundo olvidará
lo que sabía, ya que han desaparecido los exámenes y su entendimiento quedará
vacío.
Un valor muy apreciado socialmente hoy en día: el éxito. “si
conoces el triunfo y llega tu derrota y a los dos impostores tratas de igual
forma” reza el Sí de Kipling. El trofeo deportivo, la
medalla olímpica, ocupar la primera plaza en oposiciones, empapelar el estudio
de títulos y diplomas, es valor efímero, por mucho que de momento se aprecie.
Cuantos espíritus apergaminados, añoran sus épocas de entusiasmo, su devoción,
sus ilusiones misioneras, que por aquel entonces desaprovechó. En bastantes
ocasiones he escuchado: de joven quise hacerme sacerdote, o monja, no sé porque
lo deje y ahora que no hay remedio, me siento solo o sola y pobre.
Un gran valor social y que en los ambientes de misa y
eclesiásticos también es muy apreciado es la simpatía. ¡qué
bien cae y es aceptada la persona graciosa! Aparece el que le toca ocupar un
lugar importante, o él se cree ser un indiscutible líder. ¡Cómo
satisface su vanidad y su atractivo que seduce le parece es suficiente, si es
aplaudido le parece ya ser apóstol.
Quien quiere servir a dos señores: a Dios, al dinero o a los
valores deslumbrantes, que son engaño, no es digno discípulo del Señor.