LA ARCHICOFRADÍA
En
oportunidades, medio en broma y mucho en serio, me he encontrado con
integrantes de la “Archicofradía de la Gata Flora”
Tal
vez, para alguno, yo pueda resultar un integrante de la misma.
Siempre
encontramos seres que hacen de su vida una prolongada queja.
Alcanza
con mirar nuestras posturas sobre el clima para poder ejemplarizar a los
integrantes de esta archicofradía.
Son
esos seres que, durante el invierno, se quejan por el frío que hace y durante
el verano se quejan por el calor imperante.
Son
esos seres que reconocen el buen día pero se quejan por los fríos de la noche o
de la mañana.
Son
esos seres que aceptan la necesidad de un poco de lluvia pero luego se quejan
porque llovió demasiado o porque llovió muy poco.
Nunca
están conformes y siempre encuentran razones para esbozar una queja.
Nunca
son capaces de disfrutar el ahora puesto siempre encuentran motivos para
quejarse puesto esperaban algo distinto.
Creo
que si Dios les consultase e hiciese sus gustos tampoco quedarían conformes puesto
que, parecería, jamás se puede realizar todo a su conformidad.
Los
integrantes de tal archicofradía son los eternos disconformes. Pero, también,
seres con los que no se puede contar con ellos porque nunca están disponibles
para realizar algo o para llevar adelante alguna responsabilidad.
Porque
los demás no les apoyan.
Porque
los demás no colaboran como deberían.
Porque
los demás no secundan su propuesta.
Entonces,
es más cómodo ubicarse en el lugar de espectadores que de realizadores.
Son
seres que tienen muy en claro la teoría del deber ser que la puesta en práctica
de lo que se puede hacer.
Como
espectadores miran y cuestionan. Miran y critican. Miran y censuran.
Para
ellos lo que los demás hacen siempre deja sabor a imperfecto o a poco.
De
sus labios jamás habrá de surgir una voz de aliento puesto que el deber ser
pesa mucho más que lo posible y lo hacen saber.
Sucede
en todos los ámbitos de nuestra realidad. Siempre encontramos integrantes de
tal archicofradía y se encargan de hacer saber pertenecen a la misma.
Pasan
por la vida con el sabor amargo de la inconformidad pero nunca asumen que se
privan de muchas razones de disfrute con el solo cambio de su actitud.
Sin
duda disfrutarían de la vida si pudiesen quedarse con la realidad y no con las
ausencias que en la misma se pueden encontrar.
Si
alguien se anima a hablar no se quedan en ello sino en lo que faltó decir o en
lo mucho que habló.
Si
alguien comparte algo no se limitan a ello sino que buscan, la importancia de
lo que se omitió o lo que se debería haber dicho.
Siempre
hay seres que viven en una constante queja y no se dan cuenta que esa actitud
solamente hacen que se les deje de lado o no se preste atención a lo que dicen.
Sus
quejas no son producto de un análisis cierto sino producto de la necesidad de
manifestar su constante estar disconformes.
A
medida van viviendo en esa disconformidad constante no hacen otra cosa que
crecer encerrándose en ellos mismos y sus posiciones.
Viven
en un constante estar a la defensiva.
Jamás
tienen el corazón abierto para recibir al otro y respetarle o aceptarle.
Todo
su actuar se va centrando en sí mismo y va perdiendo lo principal del ser
persona que es estar en relación con los demás.
La
inmensa mayoría de los integrantes de esta archicofradía son seres aislados y
amargados porque nunca satisfechos con lo que les toca vivir.
La
culpa es, siempre, de los demás y ¿nunca de ellos?
Padre Martin Ponce de León SDB