RECUERDOS
Cuenta
la leyenda que un día.......
Un
día de hace muchos días..........
Una
joven se dedicó a guardar todo lo que pasaba en su día.
De
una flor guardó un pétalo con sus mejores colores.
De
un ave atesoró una pluma y el más hermoso de sus trinos.
De
una fruta guardó un color con el más dulce de sus sabores.
Guardaba
los primeros rayos de sol con las luces de cada amanecer.
Guardó
su primer diente y su palabra primera.
Guardó
sus primeros pasos y la más bonita de sus canciones.
Guardaba
cada sonrisa que le obsequiaban sus seres queridos.
Guardaba
cada mirada que le proporcionaba aquel que pasaba a su lado.
Todo
lo fue guardando ordenadamente y guardaba el hecho de guardar que realizaba a
cada instante.
Todo
lo que guardaba era porque le decía algo y ese algo lo escribía con la mejor de
sus letras.
Al
comienzo eran unas pocas cosas en un estante y luego fueron muchas cosas y
muchos estantes.
Era
muy fácil, para aquella joven, mantener muy limpia y ordenada su colección de
cosas que hacían a su vida porque su vida estaba al servicio de aquella
particular y extraña colección.
A
medida fue guardando más y más cosas necesitaba de
mucho más tiempo en recordar su vida.
Llegó
un día en que descubrió que ya no le alcanzaba una jornada para repasar sus
tesoros.
Había
aprendido a guardar con tanta facilidad que necesitaba de todo un día para
guardar lo que había vivido en la jornada anterior.
Así
entre guardar y repasar fueron pasando sus años.
Cada
vez tenía más recuerdos, cada vez pasaba más tiempo repasando sus días.
Su
vida estaba en aquella colección y aquella colección era su vida.
Una
noche, en la que aún repasaba una mañana muy lejana, se le apareció un ángel
para informarle que había llegado al final de su vida.
Ella
lo escuchó sin preocuparse por la noticia que recibía pero sí se preocupó por
su colección y eso fue lo que le dijo a aquel ángel.
“ ¿Qué va a ser de mi
colección? ¿Quién habrá de cuidarla? ¿A quién podrá importarle todo esto que he
guardado a lo largo de toda mi vida?”.
“Ya
alguien se encargará e todo eso” le contestó el ángel.
“Es
lo que hace a mi vida. A nadie habrá de importarle como me importa a mí”.
El
ángel la miró y comprendió que aquella joven, que ya no era tan joven, tenía
razón.
Le
concedió poder cuidar toda su colección
aún después de su muerte pero, también, le encomendó la tarea de velar por los
recuerdos de todos los mortales.
Con
un agitar de sus alas la convirtió en el hada de los recuerdos.
Desde
entonces las personas, sin darse cuenta, van guardando recuerdos y los mismos
aparecen en la memoria sin que nadie se lo proponga.
Las
personas viven y el hada de los
recuerdos es quien los ordena y lleva o trae conforme entiende es más oportuno.
Muchas
veces es necesario que pase mucho tiempo para que alguien se de cuenta que posee determinados recuerdos.
Es
casi imposible elegir los recuerdos que uno desea guardar. Uno vive y ella es
quien se encarga de guardar lo que habrá de quedar guardado o de dejar que
algunas cosas se llenen de olvido.
Es
así como uno se encuentra, un día, con la sorpresa de descubrir que posee
recuerdos que ni noción se tenía de tenerlos guardados.
Es
así como uno, muchas veces, intenta recordar algo que sabe pasó en su vida y no
logra hacer tal cosa.
El
hada de los recuerdos es sorprendente para que los recuerdos siempre nos
sorprendan.
Los
recuerdos, manejados por el hada, se tornan un misterio interior que irrumpe en
nuestra memoria caprichosamente y es, su manejo, muy ajeno a lo que pueden ser
nuestros meros deseos.
El
hada de los recuerdos se conserva totalmente joven a los efectos de que los
recuerdos siempre sean jóvenes en nosotros.
Padre Martin Ponce de
León SDB