PRESTAR TIEMPO
Una
de nuestras grandes posesiones es, sin duda, nuestro tiempo.
Cada
uno podemos utilizar al mismo como mejor se nos antoje.
Muchas
veces habremos de descubrir que el mismo es muy poco y habrá veces en las que
constataremos es muchísimo.
Nuestro
tiempo es ese que tenemos desprovisto de toda obligación y lo podemos ocupar
conforme se nos ocurra.
Nadie
puede determinar lo que debemos hacer con nuestro tiempo puesto que, cuando
ello sucede, deja de ser nuestro.
Para
muchos nuestro tiempo son retazos del mismo a lo largo de la jornada cargada de
diversas tareas.
En
esas tareas cumplimos con deberes u obligaciones. Desempeñamos una concreta
actividad.
Pero
siempre, a lo largo del día, tenemos trozos de tiempo que es nuestro tiempo.
Muchos
pueden ocupar dicho tiempo instalándose delante de un televisor y tratar de
llenarlo sin ninguna responsabilidad. Recuerdo a un jubilado que ocupaba su
tiempo mirando telenovelas con tanta abundancia que no lograba distinguir una
de las otras y confundía situaciones y personajes.
Otra
persona ocupaba su tiempo leyendo novelitas y eran tantas las que leía que no
le importaba leer una y más veces las mismas ya que las conservaba en una pila
y leía la de arriba y la ya leída ocupaba el último lugar. Así la pila se
volvía interminable puesto que entre la primera y la última siempre había como
una docena de novelitas.
Hay
personas que experimentan la necesidad de que se le preste un algo de tiempo.
Necesitan
hacerse escuchar. Necesitan encontrar una oreja que les preste un poco de
tiempo.
No
es fácil encontrar seres dispuestos a prestar tiempo.
Puede
parecer una pérdida de tiempo disponerse a escuchar a otro pero, sin duda es un
algo que siempre reporta una doble ganancia. Ganancia para el que escucha y
para el que es escuchado.
No
siempre escuchar a otro es porque el otro tenga un problema, una dificultad o
algo trascendente para compartir.
Muchas
son las veces que el otro tiene necesidad de, simplemente, ser escuchado.
Hablarán
de recuerdos, de anécdotas, de momentos vividos o de situaciones que han
escuchado.
Debe
de ser muy duro el no tener a nadie que le escuche.
Pero
es, sin duda, una de las soledades más frecuentes para muchos seres de nuestro
hoy.
Uno
puede sentir la inmensa recompensa de haber regalado un poco de tiempo y
permitido alguien se sepa importante porque escuchado.
Uno
puede sentir la inmensa gratificación de poder compartir su ser porque alguien
disponible para escucharle.
Cuando
uno logra prestar tiempo a alguien que lo necesita brinda una ayuda por demás
importante puesto que, desde ese instante, hay alguien que ya no se sabrá solo.
Desde
ese momento creará un vínculo fundamentado en la espera.
Habrá
un alguien esperando volver a ser escuchado. Habrá un alguien esperando poder
volver a escuchar.
No
importa los relatos sean interminables o reiterados. Lo que importa es prestar
tiempo sin importar el contenido de lo recibido.
Prestar
tiempo es un algo que muchos, desde el silencio y la soledad, reclaman.
Prestar
tiempo es un servicio que está al alcance de todos pero son pocos los
disponibles a realizarlo.
Cuando
disponemos que nuestro tiempo sea un algo que prestamos a los demás el mismo se
nos llena de vidas e historias y descubrimos se nos vuelve muy valioso.
Prestar
tiempo es disponer de lo nuestro para los demás.
Prestar
tiempo es poner algo muy nuestro al servicio de otro para que este alguien se
sepa persona porque digno de ser escuchado.
Padre Martin Ponce de León SDB