Verdades con cariño
P. Fernando Pascual
29-9-2019
Tener la razón permite hablar
con seguridad. Deja espacio a diferentes maneras de ofrecer el propio
conocimiento a otros. Impulsa a corregir errores ajenos.
Si sé que este boleto tiene
fecha de mañana, buscaré convencer a ese familiar que piensa que la salida es
hasta dentro de tres días.
Si conozco cuál sea la ruta
más rápida para un lugar, lo haré saber a quien tiene
el volante entre sus manos y desea no llegar tarde a una cita.
Ocurre, en ocasiones, que uno
cree tener la verdad y está equivocado, pero se comporta con tanta seguridad
que convence a otros, y así provoca daños más o menos relevantes.
Nos fijamos en los casos en
los que uno tiene razón y posee la verdad (o está al menos más cerca de la misma
que sus interlocutores). ¿Cómo ofrecerla a otros?
Existen muchas maneras. Hay
quien es impositivo, firme. Su convicción de tener la verdad le lleva a excluir
réplicas, incluso a rechazar a los que tengan otros pareceres.
Otros, y esperamos que sean
muchos, saben ofrecer las verdades con cariño. Su certeza interior está
acompañada por un sano respeto a los interlocutores, incluso cuando están en el
error.
Aquí radica un arte que
facilita las relaciones y que incluso hace más llevadera la corrección a
quienes viven en el error.
Porque no basta con estar en
lo cierto para que uno ayude a otros con un consejo y una palabra oportuna. Se
necesita tacto, empatía, y un modo adecuado de destruir engaños y de acercar a
los otros a la verdad.
En un mundo tan lleno de
opiniones y de ideas contrapuestas, produce paz encontrarse con corazones
serenos que saben ofrecer sus ideas con cariño.
Es algo que todos podemos
lograr, con pequeños pasos, con una sana atención a las reacciones del otro, y
con ese deseo tan hermoso de compartir algo bueno, la verdad, con quien tanto
la necesita para sí mismo y para otros.