CADA DÍA SU AFÁN
LA IGLESIA DE CRISTO EN MISIÓN
Recientemente he impartido
algunas conferencias en Anchorage, en Alaska. Ha sido una alegría recordar las
cartas que enviaba a las revistas misionales el padre Segundo Llorente. Aquel
jesuita, originario de nuestra diócesis de León, nos llevaba a recorrer las
tierras a orillas del Yukón y a imaginar la vida “en el país de los eternos hielos”.
Aquel resurgir misionero se debía a la carta apostólica
“Maximum illud”, publicada por Benedicto XV el día 30
de noviembre de 1919. Ya ha pasado un siglo. Para celebrarlo, el papa Francisco nos invita a “renovar el
compromiso misionero de la Iglesia e impulsar su misión de anunciar y llevar al
mundo la salvación de Jesucristo, muerto y resucitado”.
Para ello ha propuesto para este octubre de 2019 un Mes
Misionero Extraordinario, bajo el lema Bautizados y
enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo. He
aquí algunas claves de esta convocatoria.
1. La celebración de este mes nos ayudará a volver a
encontrar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo, fe que
hemos recibido gratuitamente como un don en el bautismo.
2. La vocación misionera no puede confundirse con el
proselitismo. La Iglesia no ejerce la misión para enriquecerse. No va a pedir.
Tiene una riqueza para dar, para comunicar, para anunciar.
3. Una Iglesia en
salida hasta los últimos confines del mundo exige una conversión misionera
permanente, una salida misericordiosa, como impulso del amor y fruto de su lógica
de don, de sacrificio y de gratuidad.
4. La vocación misionera está dirigida a todos los
seguidores del Señor: “Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es
fruto del amor de Dios”.
5. “Nuestra misión radica en la paternidad de Dios y en
la maternidad de la Iglesia… Sin el Dios de Jesucristo, toda diferencia se
reduce a una amenaza infernal haciendo imposible cualquier acogida fraterna y
la unidad fecunda del género humano”.
6. La Iglesia sigue necesitando hombres y mujeres que, en
virtud de su bautismo, respondan generosamente a la llamada a salir de su
propia casa, su propia familia, su propia patria, su propia lengua, su propia
Iglesia local.
7. La misión contribuye al proceso de conversión
permanente de todos los cristianos y exige que nadie se quede encerrado en el
propio yo, en la propia pertenencia étnica y religiosa” y nos llama a “crecer
en el respeto por la dignidad del hombre y de la mujer.
Finalmente,
citando a Benedicto XVI, dice el papa Francisco que la misión lleva a
las gentes de otras culturas a conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido
que sus antepasados buscaban sin saberlo. Por tanto, pretender recuperar las
religiones primitivas no significa un progreso, sino un retroceso.
José-Román
Flecha Andrés