VALORES (2)

Padre Pedrojosé Ynaraja


Lógico será que quien leyó lo que escribí la semana pasada, se pregunte ahora, si Jeremías pasó por la situación de depresión profunda que reflejan sus palabras ¿cómo consiguió superar tal situación anímica?

(Vuelvo a repetir que no me estoy refiriendo a la depresión diagnosticada clínicamente, que estoy seguro de que existe y cuya superación corresponderá al tratamiento que le indique el facultativo. Severa es la enfermedad y no soy yo quien para invadir tal campo)

A Jeremías de familia sacerdotal y célibe, le toco una vida agitada, ya que, fiel a su misión, resultó incomodo a reyes y potentados. Finalmente emigró a Egipto y allí murió anónimamente, en lugar desconocido.

Son impresionantes y a la vez indiscutible explicación, o respuesta, las palabras que dan cuenta de su vocación, a la que siempre fue fiel y explicación de su existencia, dice así: “Me has seducido, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido. He sido a diario el hazmerreír: todos se burlaban de mí. Pues cada vez que hablo es para gritar, proclamar violencia y destrucción. La palabra del Señor ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre. Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo intentaba sofocarlo, no podía. Escuchaba las calumnias de la turba… Pero el Señor está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su imprudencia: confusión eterna, inolvidable. Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón... Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa. (Jr 20, 7ss).

Nos hemos encontrado vivos y nos preguntamos qué significado, qué sentido, tiene nuestra existencia, dónde estamos…

Si somos capaces de reflexionar en silencio, percibiremos amor que nos empapa. Es preciso dejarnos amar y no asustarnos cuando nos llegue el dolor, la oscuridad, la posibilidad o proximidad de la muerte.