La única Cruz que salva
P. Fernando Pascual
5-10-2019
A lo largo de los siglos ha
habido intentos por vaciar la Cruz de Cristo de su valor salvífico.
Esos esfuerzos ya aparecieron
poco tiempo después del nacimiento del cristianismo, y fueron denunciados por
san Pablo con palabras llenas de fuerza.
Por un lado, Pablo recordaba
que "no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio. Y no con
palabras sabias, para no desvirtuar la Cruz de Cristo" (1Cor 1,17).
Por otro, denunciaba la
inutilidad del esfuerzo de los judíos por buscar señales y de los griegos por
apoyarse en razonamientos, para recordar que solo hay salvación en la Cruz de
Cristo (cf. 1Cor 1,18-24).
Porque solo hay un camino para
acceder al Padre, para vencer el pecado y la muerte: acoger al Señor, Hijo del
Padre e Hijo de María.
Ese Cristo es el centro de la
predicación de la Iglesia católica, porque no tiene otro mensaje que el
recibido de su Maestro y Fundador.
"Porque no hay bajo el
cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos"
(Hch 4,12).
Por eso sorprende el intento,
que aparece también en nuestros días, de relativizar la acción de Dios en
Cristo y de enseñar falsas doctrinas, en las que se indican caminos que no
salvan.
En realidad, con la Encarnación,
Cristo se ha convertido en el centro del mundo, el Alpha
y la Omega de la historia (cf. Ap 22,13).
Un día todos los seres humanos
mirarán al que traspasaron (cf. Jn 19,37), y
lo aceptarán con humildad o lo rechazarán con soberbia incomprensible.
Los pobres de espíritu, los
sencillos, los pecadores arrepentidos, hacen suyas las palabras de un centurión
junto a la Cruz de nuestro Salvador: "Verdaderamente este hombre era Hijo
de Dios" (Mc 15,39).
Nosotros queremos unirnos a
ellos. Porque sabemos, como multitud de corazones que creen y esperan en Jesús,
que solo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn
6,68) y que las ofrece desde la única Cruz que salva...