Manantiales (2)
Padre Pedrojosé Ynaraja

Pretender escribir sobre manantiales sin poner el acento en el agua, sería vano intento. San Francisco de Asís, dijo de ella: Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta. (En realidad lo redactó en su dialecto umbro: Laudato si', mi' Signore, per sor Aqua, la quale è multo utile et humile et pretiosa et casta).

No hay que olvidar que, de acuerdo con el relato del Génesis, el agua es el primer trono del Espíritu en la tierra. Dice así: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas”

DOS MANANTIALES

Vuelvo a repetir que lamento no disponer de ninguna fotografía de los dos manantiales que observé hace tiempo y que tanto han estimulado e iluminado mis reflexiones respecto a mi vida personal, como después explicaré. Enfrente de mi casa, cruzada la carretera que discurre a pocos metros, ya lo dije, brotaba una veta de agua, aprovechada para beber y regar en épocas antiguas. Los tiempos cambian y las necesidades de transporte exigen mejoras de las rutas. La fuentecilla quedó aplastada por el asfalto, pero no se ha dado por vencida. Afanosa ella, alimenta un cañaveral que destaca entre los vulgares pinos. Quien pasa no se da cuenta, obsérvese en la foto. Yo sí me fijo y aprendo la lección. Debo empeñarme siempre, pese a las dificultades que se presenten o que puedan ponerme, en ser útil a alguien, sin preocuparme de que sean muchos o pocos, cercanos o lejanos. Mis palabras o mis escritos deseo sean respuesta al que está ansioso de verdad u orientación

Respecto al segundo manantial del que escribí, el que fue asfixiado al cubrir el camino que conducía a un antiguo monasterio en ruinas, hoy conduce a un Parador de Turismo, próximo a un pantano, estoy seguro de que se ha abierto camino y gotita a gotita, contribuye a llenarlo y sin que nadie lo note, saciará a alguien de la ciudad que se levanta aguas abajo.

Elemento tan preciado no podía ser olvidado por el Cantar de los Cantares y relacionar a la amada con él. Para que mejor se entienda su homenaje, cito el párrafo entero, dice así: Huerto eres cerrado hermana mía, novia, huerto cerrado, fuente sellada. Tus brotes, un paraíso de granados con frutos exquisitos: nardo y azafrán caña aromática y canela con todos los árboles de incienso mirra y áloe con los mejores bálsamos. Fuente de los huertos pozo de aguas vivas corrientes, que del Líbano fluyen! (Cant. 4 12 ss.)

 EL AGUA

 Vuelvo al agua. Al Pueblo de Dios, peregrino por el desierto, se le dice: “Yahveh tu Dios te conduce a una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas”. (Dt 8,4). El viajero o peregrino que por primera vez llega al Israel y la Palestina de hoy, se pregunta ¿Dónde están los ríos y las fuentes? ¿Cómo ha podido llamarse a esta tierra el Creciente Fértil? Pues sí, en Tierra Santa hay fuentes. Cada población tiene la suya. La de Nazaret la visitamos en la iglesia de San Gabriel. La de Ein-Karen entre los extremos del antiguo pueblo, hoy simple barrio de la nueva Jerusalén es la que he escogido para ilustrar este reportaje. De la de Dan, sin duda alguna la más espectacular, apareció la semana pasada. La de la antigua Cesarea de Felipe, hoy Banias, es la más visitada, pero en diversas ocasiones la he incluido.

La del Guijon, repleta de recuerdos de importancia histórica, tanto por el túnel de Ezequías que allí empieza, se adentraba dentro de las murallas que por aquel tiempo circundaban la ciudad y alimentaban la piscina de Siloé, como por ser el lugar donde fue ungido Salomón. La de Jericó nos recuerda al profeta Eliseo y todavía brota alegre por entre las palmeras de este gran oasis. Más o menos oculto y desconocido, está el paraje de Ain-Farah, en el Wadi Qelt, al noreste de Jerusalén, posiblemente el lugar donde se refugió Jesús al saber que Juan Bautista había sido encarcelado. O en Ainon o Enon, donde “Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba” (Jn 3,23). Si corresponden al mismo sitio, que yo solamente he visitado dos veces, he visto a los chiquillos palestinos chapotear alegremente.

DAMANES Y ANTILOPES

He querido describir en párrafo separado, el precioso manantial del Salto del cabrito o Ein Guedi por su belleza y singularidad. Asombra al trotamundos que se aproxima cansado, después de haberse desplazado por el desierto, contemplando las aguas del Mar Muerto, muertas del todo, paralelas a la ruta que ha ido siguiendo, penetrar de repente por un estrecho valle, que alfombra un arroyo de agua limpísima y observa a diestra o siniestra, en su entorno, estúpidos damanes y alegres antílopes que casi puede uno tocar, que sorprendentemente se abre el estrecho valle y contempla el imponente Salto de David. No extraña que Ezequiel lo nombre en su imaginaria descripción del nuevo Templo (Ez 47,10) y que al lugar se le dediquen hoy en día románticas canciones.

EL JORDÁN

El peregrino espera ansioso ver, tocar, mojarse en el Jordán. No hay duda que puede hacerlo gozosamente en sus fuentes, cuando cruza el misterioso lago Hule, que no es nombrado por la Biblia, cuando entra y cuando sale del lago de Tiberíades. De lejos podrá verlo todavía limpio yendo hacia el sur un trecho, ahora bien, desplazándose un poco más, ya antes de llegar al lugar del bautismo, allí donde lo administraba Juan y recibió Jesús, la decepción es suma al percatarse de su inmensa suciedad. Esta es la realidad de ahora, la de los antiguos peregrinos era muy otra. Se sumergían envueltos en un vestido nuevo que conservarían para que fuera su sudario, con el que deseaba le envolvieran llegada la hora de su muerte. Me regaló una monja de un monasterio próximo, una pieza de tela simbólicamente estampada con imágenes y textos relativos al acontecimiento allí ocurrido, supongo, pues, que de alguna manera se conserva la piadosa costumbre.

AGUA REGIA

Pese a la suciedad de las aguas del santo río que aquí uno encuentra, se afana en llenar de ella alguna botella que regalará a futuras madres que recuerda y aprecia. Advierto que de este sitio se capta también la que se enviará a la Casa Real Española, que tiene por costumbre bautizar a su prole con agua de este lugar. Doy fe de ello, pues, quien la recogía era mi buen amigo Fray Ovidio Dueñas, al que acompañé dos veces en su cometido, cuando únicamente nos era permitido a los latinos acercarnos, el último jueves de cada octubre. Sin otro propósito que la anécdota, advierto que es tan enorme la suciedad de la corriente que, cuento mi experiencia, es preciso filtrarla y hervirla detenidamente y aun así, si no se clora de algún modo, al cabo de un cierto tiempo, se observa que proliferan visiblemente colonias de microorganismos.

Al río Jordán, lamentablemente, van a parar las cloacas de las poblaciones que a ambas de sus riberas se asientan, ninguna depuradora

EL TORRENTE CEDRÓN

Respecto al torrente Cedrón que tantas veces atravesó el Señor en sus desplazamientos de Jerusalén a Jericó y viceversa, ocurre algo parecido. En los tiempos que fue territorio de soberanía jordana, se encerró su caudal en una amplia tubería de cemento que se hundió varios metros bajo tierra. A esta corriente van a parar las cloacas de la Ciudad Santa. Por un hueco de la pequeña explanada que hay ante la puerta de la iglesia de la tumba de la Virgen, se puede escuchar su murmullo y si se conduce con mucha atención por la carretera que discurre de Qumram hacia el sur, podrá ver su desembocadura. Sucio su caudal y putrefacto, evidentemente. Generalmente los guías a nadie se lo enseñan.

AGUA VIVA


No puedo dejar de mencionar la expresión agua viva. Uno la recuerda por estar contenida en el diálogo del Señor con la anónima mujer samaritana, junto al pozo de Jacob, en las proximidades de la hoy Naplus o Naplusa. El concepto no corresponde al de agua potable, ni agua limpia. Es más bien agua naciente, de manantial, repleta de vitalidad, agua que se incorpora y se hace vida salvadora del que la bebe.

Al llegar aquí no puedo olvidar que nuestro cuerpo está compuesto principalmente de agua. En unos sitios he leído un 65%, en otros hasta 80%. El agua es humanidad en la corporeidad del individuo. El agua que impregnó la corporeidad de Jesús, que fue Jesús, entró cuando bebía, salió en su aliento, en su sudor, de otras diversas formas también. Aquellas partículas circulan hoy tal vez por el cuerpo de cualquiera de nosotros, pudiendo entrar, pues, en comunión simbólica con su divinidad. No continúo, que cada uno lo haga para sí y saque consecuencias. Debe merecer siempre nuestro respeto. Es este otro motivo más para que merezca nuestro aprecio, recordando y añadiéndole también lo que el Papa recuerda en su encíclica “Laudato si”

EL AGUA DEL BAUTISMO

El agua viva que es más viva es la del bautismo. Agua corriente y limpia, que se ha bendecido litúrgicamente y hecho gracias al rito de la Iglesia, instrumento de salvación eterna. La ilustración presenta la pila que un día yo mismo me hice. Doscientos litros caben, más un chorrito de agua del Jordán, que vierto solemnemente. Evidentemente, en ella bautizo siempre por inmersión

Me creo yo humilde manantial espiritual. Dios me ha escogido para que mediante escritos que redacto, pedido humildemente antes su apoyo, se extiendan por el espacio virtual, que es muy real, y pueda llegar su mensaje a lejanos tierras. Si su último mensaje fue: id por todo el mundo y predicad… En mis vejeces lo logro, o intento conseguirlo, mediante estas contribuciones. A Dios doy gracias por poder conocer y utilizar Internet. Nunca, hasta estos tiempos, había sido posible cumplir los últimos deseos del Señor, desde un ignoto rincón y sin desplazarse.

 MERIENDA Y MANANTIAL


Cuando era pequeño, nuestra familia íbamos la jornada semanal que mi padre disponía de descanso, a pasar la tarde a alguna fuente. Lo típico era llevar una fiambrera con tortilla de patatas. Cualquier manantial que encuentre me recuerda ahora aquella costumbre, aquella convivencia, aquel amor, que sin darnos cuenta, crecía al estar juntos, beber agua de la fuente, conversar y compartir. Aquellas costumbres, que no eran exclusivamente nuestras, sino comunes para tantos otros, primero evolucionaron de manera que la gente se llevaba refrescos de marca, adquiridos. El alegre chorro de agua se aprovechaba únicamente para lavar los platos. Hoy la mayoría de estas fuentes han desaparecidos. La gente acude a establecimientos donde se alimenta opíparamente, mientras observa de reojo lo que se trasmite por TV.

Hasta lo que he contado se pierde, la familia ha dejado de reunirse unida, bajo los acogedores árboles del bosque. Es preferible competir, beber, bailar, cada uno por su cuenta. ¿se es más feliz así?

Será preciso descubrir otras oportunidades, ya que el aprecio a la familia no se ha perdido, según proclaman las estadísticas que se publican. Habrá que espabilarse para descubrir nuevos modelos. El agua, hasta el final de los tiempos no desaparecerá. Se puede prescindir de petróleo y otras materias primas, del agua, no.

(no ignoro que pueda haber otro género de existencia, sin moléculas de agua o de carbono. Los ángeles de nada de esto necesitan para existir)

Y terminar expresando que los monasterios que junto con las catedrales, fueron los gérmenes de Europa, discurriendo la cultura por la Vía Jacobea y con menor intensidad por la Francígena, buscaron casi siempre lugares recónditos que facilitaran la vida de oración de los monjes y su labor silenciosa de copiar y difundir manuscritos, mientras trabajaban otros la tierra para conseguir sustento. Para todo ello era imprescindible el agua que conducían si era preciso desde lejanos manantiales por los correspondiente acueductos. Eran muy conscientes de su necesidad. Generalmente en el centro del claustro el cenobio, espacio cotidiano de desplazamiento, siempre encuentra uno un pozo, más bien será un aljibe, donde recogerán también el agua de la lluvia, mediante canales de cerámica.

Loado seas, mi Señor, y agradecido, por la hermana agua la cual es muy humilde, preciosa y casta.  

Explicación de las fotos.- Arriba, sobre el título es el santuario en la fuente de Ein Karein. Le sigue el caño de un manantial. Más abajo otro el desierto de Faran y continua el manantial de Meribá. Indicador de la fuente de Ein Karein y la vista de la fuente de Santa Maria en ek mismo manantial. Sigue el claustro del monasterio Y encima la pila bautismal.