UN DÍA PLENO DE SOL
Necesitaba
recibir unas lecciones de entrega, solidaridad, alegría y cercanía.
Necesitaba
una buena enseñanza cristianismo hecho servicio.
Con
motivo de esa necesidad dispuse realizar una experiencia distinta a lo que uno
puede vivir a diario.
Por
eso pedí autorización a una persona a acompañarle durante su jornada de
trabajo. “Sólo por hoy” fue su respuesta.
El
día comenzó temprano atendiendo diversas llamadas telefónicas.
A
cada una de ellas las atendió con una sonrisa y con palabras plenas de afecto.
Había
salido el sol y comenzaba a brillar.
Yo,
desde el silencio, le observaba atender aquellas llamadas con disponibilidad y
alegría. Suponía la dicha del otro lado de la llamada al recibir aquella risa
burbujeante y sincera que hacía brotar mi sonrisa.
Casi
a media mañana las llamadas comenzaron a decrecer. “¿Tiene mate todavía? Nos
vamos a dar unas vueltas”
Salimos
a recorrer diversas familias. En cada casa se bajó del auto para saludar con un
beso y diciendo el nombre de cada uno de aquellos a quienes saludaba.
No
era distante a cada familia. Les conocía e iba con noticias referentes a cada
situación.
No
iba con un mensaje armado sino que respondía a cada necesidad familiar. Quienes
le recibían disfrutaban de su presencia.
El
sol estaba alto y hacía sentir su calidez.
Las
palabras salían con naturalidad y prisa de su boca. Iba con propuestas o
respuestas a realidades bien concretas que hacían a cada una de esas familias.
Cercanía
es conocer la realidad, es saber los nombres de sus interlocutores, es saludar
con afecto y sin distancias, es hacer saber que se interesa por las realidades
de ellos, es estar sin prisa como que cada uno era el único deber que habría de
realizar.
Mientras
íbamos de un lugar a otro me comentaba los dramas de cada situación y el cómo
se había involucrado con cada situación.
Cada
visita que realizaba implicaba diversas gestiones que había realizado como si
la solución a aquellos dramas fuese responsabilidad suya.
Lo
suyo, sin duda es importante pero sabe hacerse de un tiempo para los demás y
ello lo hace con alegría y no como una carga.
El
sol cada vez más hacía sentir su calidez.
Luego
de un almuerzo frugal y con prisa salimos rumbo a otra actividad que ocuparía
gran parte de su tarde.
Yo
miré la tarde con ojos grandes intentando no perder detalles pero los mismos
eran tantos que sobrepasaban mi capacidad de observar.
La
capacidad de brindar afecto no es un algo que se pueda enseñar con palabras
sino que se aprende desde la entrega total y desinteresada.
La
capacidad de hacerse querer no es un algo que uno puede proponerse sino que se
cosecha brindando mucho afecto y sonrisas.
Descubrí
que la mejor manera de hacer saber la importancia del otro es interesándose,
sinceramente, por cada uno de los demás haciéndoles saber que verdaderamente
importan sin que ello se limite a muchas palabras.
Las
sonrisas de la mañana no se borraban de su rostro sino que se hacía,
progresivamente, más brillante puesto que su rostro lucía, cada vez más, el
inconfundible color de la felicidad.
Debo
reconocer que tanto sol recibido hacía que todo mi cuerpo latiese con fuerza y
con la certeza de un día privilegiado.
Había
descubierto que ser cristiano no es una tarea para pusilánimes sino para seres
que viven el compromiso con naturalidad y alegría.
Sabía
que iba a recibir una lección de vida sin muchas palabras pero con mucha
actividad y eso era lo que experimentaba y con los ojos desbordados de dicha
solamente podía esbozar un inmenso gracias por aquel ser que me había permitido
compartir su día “Solo por hoy”
Padre
Martin Ponce de Leon SDB