Voz del Papa
Vivir una verdadera cultura
José Martínez Colín
1) Para saber
Contaba
una persona que había ido a África a estudiar su vida rural, que en su primera
visita a una zona remota la invitaron a una casa. Entusiasmada esperaba
averiguar, en esta comunidad aislada, cómo eran sus costumbres en sus entretenimientos.
Se llevó una sorpresa cuando encontró que estaban mirando en un video una
película extranjera que en aquel momento no había ni llegado a los cines. Ello
revelaba una innegable globalización que está afectando a las diversas
culturas: ropa, moda, comida, música, entretenimiento, etc.
Surge
preguntarse: ¿Es válido adoptar costumbres ajenas o es mejor conservar las
propias tradiciones sin permitir algún cambio? Y tratándose de las creencias,
¿es válido llevarlas a otras culturas o es una intromisión ilegítima? No hay
una respuesta fácil, pues depende de qué influencia se trate.
Podemos
encontrar una respuesta en la encíclica “Fe y razón” de San Juan Pablo II. Ahí
explica que si bien, cada cultura tiene unos valores que ha de conservar, no se
puede cerrar sin admitir otros que la perfeccionen. Por ello es necesario
discernir qué escoger. La verdad de Cristo, que está dirigida a todos los
hombres de todas las culturas, aporta un valor trascendental y sublime que cada
cultura, para perfeccionarse, con agradecimiento debería recibir: Ante la
riqueza de la salvación realizada por Cristo, caen las barreras que separan las
diversas culturas. Se ofrecen valores capaces de hacer más humana su existencia
(cfr.n.70).
2) Para pensar
Con
motivo de su reflexión sobre el Libro de los Hechos de los Apóstoles, el Papa
Francisco recordó cómo san Pablo llevó el mensaje de Cristo a otras
culturas, las cuales lo acogieron inculturizando esa fe: Cuando va a Filipos,
seguro de que es el Espíritu Santo quien lo envía, se dirige sobre todo a las
mujeres. Y es Lidia quien acoge a Cristo y recibe el Bautismo junto con su
familia. Así dio inicio el cristianismo en Europa en un proceso de
inculturación que dura hasta el día de hoy.
Cada
cultura, como cada hombre, tiene un deseo de plenitud. Eso nos hace aptos para
recibir la revelación divina y después vivirla. Pensemos si con nuestro obrar
colaboramos en cristianizar nuestra cultura.
3) Para vivir
Las
culturas, decía el Papa Benedicto XVI, no están fijas de una vez para siempre,
sino que, para progresar, han de ser dinámicas, cambiar, transformarse. Pero se
pueden tomar dos rumbos: o progresar y perfeccionarse acogiendo valores de otra
cultura, o pueden degradarse asimilando costumbres pervertidas. Debido a los
medios de comunicación que nos transmiten información de todas las culturas, es
necesario saber escoger lo que nos mejora y desechar aquello que nos
deshumaniza.
Es
significativo el relato de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Cómo
Pedro habla a personas de muchas culturas y lenguas distintas, y cada una le
escucha en su propia lengua. Se les anuncia una sola verdad, la Verdad, y cada
uno la acepta en su propia situación. La Verdad predicada es universal y
trascendente, es luz que ilumina a todo hombre sin importar su raza, nación o
creencia. Nos corresponde a cada uno incorporar nuestra fe en nuestra vida
diaria y transmitirla.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y
Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra). (articulosdog@gmail.com)