Después de una derrota
P. Fernando Pascual
16-11-2019
Hay muchos tipos de derrotas.
Algunas sencillas, cuando la comida salió mal o cuando la camisa se quemó al
ser planchada. Otras mucho más serias, cuando uno pierde el trabajo por culpa
de graves errores...
Después de una derrota, de un
fracaso, puede haber reacciones de tristeza, abatimiento, rabia, reproche a
otros o a uno mismo. Brotan preguntas sobre las causas, sobre lo que ocurrió,
sobre lo que será el futuro.
Lo importante es abrir los ojos
para ver completo el panorama. El mundo no ha terminado porque perdí ese libro
tan querido, porque descubrí que un amigo me había traicionado, porque tuve que
reconocer mi poca valentía a la hora de apoyar al necesitado.
Puede ser que los daños sean
más o menos graves, incluso duraderos. Pero en nuestras manos hay un tiempo
precioso, aparecen nuevas oportunidades para reparar las culpas, para perdonar
o pedir perdón, para levantarse y reiniciar la lucha.
Por eso, después de una
derrota necesitamos encontrar apoyos. En nuestro corazón, siempre abierto a
nuevas energías. En nuestros familiares y amigos, muchos de los cuales muestran
en momentos difíciles la autenticidad de su cariño.
Sobre todo, necesitamos el
apoyo de Dios. También Cristo conoció lo que significa ser derrotado, ser
humillado, ser abandonado incluso por los íntimos, por sus discípulos. Pero
supo mantenerse unido a su Padre y ofrecer su "derrota" para la
salvación del mundo.
La muerte y el pecado han sido
destruidos cuando llegó la misteriosa derrota del Calvario. El mejor entre los
hombres, que también era Dios, unió a su Muerte los dolores del mundo entero.
Desde entonces, no hay derrota
que no pueda ser afrontada con esperanza. Porque hasta los pecadores tenemos
acceso a un perdón que cura las heridas del alma y que ofrece energías para
recomenzar vidas llenas de amor sincero y humilde.
Después de una derrota hay
miles de oportunidades que nos invitan a seguir en camino. Ningún fracaso puede
apagar el amor encendido en nuestros corazones desde que recibimos, como
regalo, el don del Espíritu que da vida y que guía nuestros pasos...