CAMINO
DE CONSTRUCCIÓN
Con
el vértigo propio de todos los años nos acercamos a un nuevo fin de año.
Al
llegar este tiempo, muchas de nuestras reuniones, se visten de cierre de
actividades.
Antes
de pasar a una evaluación, solemos mirar el venidero tiempo de adviento.
Tiempo
de espera y esperanza donde nos preparamos para la celebración de Navidad.
Son
muchas las situaciones vividas a lo largo de este tiempo que ha pasado como
para no tomar conciencia plena de que necesitamos renovarnos en la esperanza.
Sin
duda que la situación no es motivadora de nuestra esperanza sino que, con mucha
fuerza, nos hace saber que la necesita.
Es
en un contexto de desesperanza que renovamos nuestra esperanza.
Inmersos
en ese tema surgió el planteo de uno de los asistentes a la reunión.
“Las
esperanzas de la gente son bien concretas y, se podría decir, se repiten año
tras año. Esperan trabajo, una vivienda,
una situación económica estable y a ninguna de esas esperanzas, que son muy
justas, podemos darle respuesta. Es, entonces, que este tiempo me plantea el
interrogante sobre cuál es la esa renovada esperanza que celebramos”.
El
planteo no carecía de un realismo bien concreto y muy común para mucha de la
gente de nuestros barrios pero.....
Es
tiempo de esperanza y no de soluciones.
Quizás
resulte mucho más simple brindar soluciones, por más complejas que las mismas
puedan resultar, que ayudar a renovar la esperanza.
Es
ayudar a conservar intacta la capacidad de soñar.
Es
no desanimarnos y mantener la fuerza para no bajar los brazos contagiando esa
realidad a los demás.
Es
reafirmarnos en la convicción de la fuerza transformadora de la solidaridad.
Es
ayudarnos a detener nuestra mirada en las realidades positivas existentes en
nuestro entorno y no detenernos tanto en todo eso que nos lleva a la
desesperanza.
Las
soluciones podrán llegar en la medida en que seamos capaces de renovar,
conservar y acrecentar nuestra convicción en la esperanza.
No
es una esperanza, por lo tanto, pasiva.
No
esperamos mirando hacia arriba con la certeza de que las soluciones nos caerán
de lo alto.
Porque
creemos en “lo alto” mantenemos fija nuestra mirada en los demás.
No
somos ni el mayor ni el más complejo de los problemas. No somos quienes
necesitan la más urgente de las soluciones.
Uno
de los aspectos más difíciles de nuestra esperanza es la convicción de que
poseemos mucho para brindar y hay muchos que esperan de nosotros.
Por
más difícil que nos pueda parecer nuestra situación siempre tenemos mucho para
compartir con los demás.
El
adviento es un tiempo donde nos preparamos para recibir la pequeñez y
fragilidad de un niño recién nacido.
Esa
es nuestra esperanza.
Una
realidad pequeña y frágil como ese niño que deberá ser ayudado a crecer.
Una
realidad que habrá de necesitar de tiempo para poder llegar a su plenitud.
Nuestra
esperanza pone toda su confianza en una esperanza.
No
esperamos soluciones a nuestros problemas sino que esperamos la capacidad de
conservar intacta nuestra convicción en la esperanza.
Todo
niño, al irrumpir en este mundo, llora.
Nuestra
esperanza no está exenta del llanto.
Por
esperar no estamos libres del dolor, de las dificultades y de las tensiones.
Es
desde allí donde esperamos con la convicción y la certeza de que habrá de
triunfar esa Buena Noticia, que es Dios con nosotros, en la medida que le
conservemos vivo en nuestra vida.
Mientras
tanto........... mil veces nos habremos de encontrar
en la necesidad de renovar la seguridad de que esperamos la esperanza.
Padre Martin Ponce de
Leon SDB