VALORES: AMISTAD-UNIVERSALIDAD

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

No se tiene amigos, se es amigo. La amistad no se opone al enamoramiento, a veces se complementa. Gozar de un único amor, generalmente, supone egoísmo. Ni el mismo Dios quiso que el amor que le podamos tener sea exclusivo. Le pidieron el primer precepto y sin que le solicitaran más, añadió un segundo.

La familia debe estar abierta y amar las riquezas de la sociedad que la rodea. Ya puse algunos ejemplos.

Me visitaban recientemente dos señoras, madre e hija. Mexicana la primera, norteamericana la segunda. La tierra donde habito es rica en monumentos y paisajes. Podíamos movernos los tres en mi utilitario con absoluta libertad y sin apego a nadie. Por importantes e insólitas que puedan ser ciertas rocas, las personas siempre valen más. Los pocos días que disponíamos no nos permitían demasiada variedad de objetivos, no obstante no nos limitamos a ver. Aprovechamos siempre todo para convivir. Me limitaré a una, que tampoco yo ahora dispongo de suficiente tiempo para expresarme.

Montserrat es un ejemplo único. Tengo siempre interés que se observe de lejos la enigmática silueta de la montaña. Al acercarnos que vean la vulgar roca pudinga, para que, finalmente, palpen, en lugares precisos, la peña, de preciosa superficie, cuando ha sido pulida.

El conglomerado esencialmente calcáreo y las sugerencias de su formación siempre asombran. Entramos en el santuario y veneramos la secular imagen de Santa María y tantas otras que en pintura, en esmalte o en mosaico, cautivan la mirada.

Nos encontramos con Ignasi, Prior, amigo casi multisecular. La amistad como el buen caldo mejoran con el tiempo. Pero el vino de crianza no debe permanecer embotellado, debe descorcharse y compartir.

Me invita a comer con la comunidad, acepto complacido, más que por el yantar, porque tendré ocasión de saludar al P. Abad al que considero amigo y al ex –Abad, que fue además compañero de colegio. Que la amistad, por vieja que sea, debe cultivarse, de no ser así se pierde como una planta a la que nunca se riega.

Tomar café exige otra estancia y goza de diferente ritual. Que es precisamente un ritual espontaneo y no establecido. Bajamos, pues, a la hospedería para departir con las americanas. Una antigua compañera que allí encontramos exige pocos gestos, casi somos vecinos. A quien nos sirve será correcto saludarlo, sin estorbar su labor.

Hablamos de banalidades que es la mejor forma de empezar, sin exigir cumplidos. El monasterio, la otra visita, el santuario… Me habla el amigo monje de un matrimonio belga que está situado muy cerca. Podríamos ignorarlo sin ofenderles, pero no será así, me los presenta. Vuelta a generalidades. “Bendito seas mi Señor, por el paisaje, por el clima y las distancias”, añadiría yo a la plegaria del Poverello, “Bendito seas porque que tantas veces su alusión facilita e inicia la amistad”. De acuerdo con lo dicho, intercambiamos noticias y lugares. Pues resulta que viven en el único rincón de Bélgica. que conozco un poco. Maredsous, Orval… la comunicación ya es fluida. Sin saber a qué viene, recordamos el monje y yo, a otro matrimonio amigo estuvo recién casado, siendo él, teniente del ejército francés. Ahora es General y padre de cinco hijos. Se sorprende Ignasi de que su destino esté en tierras africanas y que vive sincera y apasionadamente su Fe en la Comunidad del Enmanuel. Me pide su dirección, quiere saludarle y sugerirle que visite al Nuncio, muy bien relacionado también con él. (Posteriormente sé que le ha escrito y revivido los vínculos deseados).

¿Qué negocios hemos hecho? Evidentemente ninguno. ¿qué hemos aprendido o ganado? Nada, claro que no. Pero se ha hecho verdad realizada aquel dicho: “los amigos de mi amigo son mis amigos”

Sé que Jesús estaba allí entre nosotros, real y espiritualmente presente, me imagino al Espíritu Santo que le dice al Padre: ¿empaqueto esta amistad en papel de regalo? Y sin esperar respuesta, que no puede haber entre las Tres Divinas Personas, identificadas, pese a ser diferentes, e íntimamente fusionadas, pese a distinguirse, ha envuelto en celestial papel de celofán nuestro amical encuentro y se lo ha presentado como simbólico gesto de adoración.

Separados ya, bien el belga a traerme como recuerdo un botellín de cerveza del monasterio de Maredsous. Lo conservo como preciada reliquia, pero como bebida que es, debe saborearse. Me propongo hacerlo, gozosa y reverentemente, el día de Navidad...