VALORES: AMISTAD-GRANDEZA

Padre Pedrojosé Ynaraja


El ser humano es de por sí incomunicable, pero tendente a la relación íntima personal. Lo aprendí en mi 5º curso de bachillerato y lo he tenido siempre en cuenta. “Los hombres no son islas” se me quedó fijo en la cabeza, cuando leí el libro que con este título escribió Tomas Merton.

Tal realidad y tal dinámica, la debemos tener siempre presente, descubriendo una cualidad peculiar y exclusivamente humana, la amistad.

Era un hombre tan pobre tan pobre, que no tenía ni siquiera amigos.

De una persona puede ser admirada su belleza, deseada su riqueza, admirada su destreza profesional o deportiva. Si se siente solo, si en su interior germina y crece la tristeza, que puede convertirse en grave depresión, se siente desafortunado.

En el seminario se nos advertía de los peligros de las amistades particulares, también de los posibles enamoramientos.

Si se carece de uno y otro ¿qué calidad tendrá la convivencia? ¿es posible aceptar con fidelidad y felicidad, la voluntad de Dios?

Más aun ¿qué testimonio nos ha quedado de la vida histórica del Señor? Porque no hay que olvidar que nuestra Fe no se funda exclusivamente en la doctrina que leemos en la Biblia. Pese a que tantas veces se afirme, no tenemos los católicos a una religión del libro.

Lázaro, María y Marta, fueron amigos particulares del Señor. No escribieron ningún libro, resumen de las enseñanzas que recibirían de Jesús. Simplemente, fueron amigos. La posición estratégica de su domicilio, tan cercano a Jerusalén, le permitía recluirse, descansar y compartir con ellos, sin peligrar. Era una amistad sincera y sencilla, buena prueba de ello es el episodio aquel en el que una, Marta, reclama la colaboración de su hermana María y Jesús le advierte que no se atolondre, que la cercanía que ha escogido su hermana vale más. Ahora bien, que nadie piense que el Maestro prefiere a una y margina a la otra. Si en este pasaje Marta es “artista invitada secundaria” más tarde será la primera que interceda, reconociendo que está convencida de que Él es el Cristo y por eso confía en su ayuda (Jn 11,27)

Si los peregrinos de Tierra Santa se detienen en Caná de Galilea y recuerdan y celebran los casados, su realidad matrimonial y hacen bien y hasta reciben, si lo solicitan, un recordatorio, algo semejante debería hacerse en Betania, la casa de la amistad, el otro amor, el que escogió Cristo.