Belén de Belén en casa (II)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Recordaba la semana pasada el valor y encanto del belén familiar, resultado de
la laboriosidad, de la imaginación, de la ingenuidad y de la Fe de la familia.
Explicaba mi experiencia que era muy común a la de las demás familias
cristianas. Ahora bien ¿Qué iniciativas son apropiadas cuando los hijos se han
hecho mayores, viven fuera o el domicilio solo lo ocupa un matrimonio adulto? ¿deberán poner su nacimiento, el suyo, el que conservan
todavía de pasados tiempos, o el que adquieren ahora, gozando y a la vez
sufriendo nostálgicamente, al recordar la ingenua niñez lejana? No seré yo
quien condene tal iniciativa, pero pienso que son posibles otras ocurrencias
que sin añoranzas lógicas, puedan entusiasmar su realidad madura y convertirse
en testimonio de Fe y acicate apostólico, útil para el Reino de los Cielos.
Colaboradores de los pastores que en aquella primera Navidad fueron los escogidos
colaboradores de los ángeles.
Estos días los medios nos machacan que hay que preparar la Navidad, invitan a
que el domicilio derroche adornos y los armarios y congeladores se llenen de
bebidas selectas, alimentos que sin ningún fundamento o simbolismo, parece que
no pueden faltar en la mesa de esos días, con tal que su precio sea elevado y
se luzcan y satisfagan su vanidad con quienes de fuera los acompañan.
PREPARAR
Hay que preparar la Navidad, sí. De entre los misterios o riquezas espirituales
que comporta la Fe cristiana, de entre los hechos que se explican de la vida de
Jesús, el más simpático sin duda, es el acontecimiento de Belén. Viendo un
ingenuo nacimiento, por más piadosas que sean sus figuras y perfecta la
ejecución del entorno, casas, riachuelos y montañas, nadie, nadie se le ocurre
preguntarse a quien representa la figura del Niño, quien se cree que fue. Ni se
interroga, ni se siente molesto. A un bebé se le mira, tal vez se le sonría y
se le diga cualquier palabra que le pueda sonar bien a sus oídos. Un niño cae
siempre bien a todo el mundo.
OBJETO REPRESENTATIVO
Continúo personificando lo que es simplemente un objeto representativo. Ocurre
actitud semejante con la figurita de su madre y con la atenta mirada puesta en
ambos del esposo.
Un Crucifijo, una simple cruz, puede molestar a algunos. Un belén, no. Se da el
caso, me lo ha contado más de uno, que pese a declararse ateo o agnóstico, que
no bautiza a sus hijos, ni se acerca por ninguna iglesia, dice que no cree en
estas tonterías, no obstante, llegado este tiempo, en un rincón selecto de la
casa, tal vez en la habitación propia de los niños, allí donde juegan y se
sienten mejor, les ponen un belén. Supe, paradójicamente, de un judío amigo,
que también él obró de tal manera con el hijo de su compañera, ajena a
cualquier sentimiento religioso.
A TODOS LES GUSTA
He observado siempre que, quienes me acompañan a Tierra Santa, a casi todos les
gusta comprar un belén y que, generalmente, después de tenerlo en las manos,
adquieren otro u otros más. Es un buen recuerdo para ofrecer a familiares o
amigos al volver a casa. Lo más común es que sean de madera de olivo. Algunas
se caracterizan por la originalidad del conjunto, otras por la calidad del
material. Advierto que antiguamente, lo propio era que estuvieran hechas de
nácar. La comunidad franciscana lo fomentó para que su comercio facilitara la
economía de los habitantes, muchos de ellos artesanos que de ello vivían.
Llegaba la materia prima del mar Rojo, o de Acaba, como quiera llamarse, hoy
está prohibido recoger esta selecta concha. El golfo es parque natural
protegido y nada puede quitársele. La madreperla, su otro nombre propio, se
importa de otros continentes y resulta muy caro.
EL TÍPICO BELÉN DE BELÉN
La casi totalidad de los de hoy supone escoger la madera, que debe estar seca,
diseñar y pulir con detallado primor cada imagen. Tal ocupación, vuelvo a
repetir, permite luego vender al peregrino o al turista tales objetos. Se trata
generalmente de las imágenes de Santa María, San José y el Niño Jesús. En algún
caso van acompañadas de los dos animales tradicionales y hasta de los Magos.
El típico belén de Belén, del tamaño que sea representa una cabañita. En su
culmen hay una estrella de cinco puntas o un ángel. A un lado una palmera,
símbolo beduino de hospitalidad. A todos se les invita a acercarse, entiéndase
así. He fotografiado los que tenía más a mano, puede uno encontrar el mismo
diseño en tamaño mayor, siempre el conjunto resulta original. En otros casos, y
supongo que el director incluirá también alguna foto, se limita a las tres
figuras sueltas. Es muy apto para tenerlo a la vista todo el año. En ambos
casos un bello conjunto que, bien colocado, adornará la estancia donde se
reciben las visitas, se charla alegremente con los forasteros o se comparte
cualquier pitanza, sea aperitivo, comida o merienda.
DE OLIVO
El cuarto de estar, comedor o recibidor, llámesele como se quiera, siempre es
sometido a examen por el que llega y se comentan los cuadros que cuelgan,
principalmente si son de reconocida firma, del mismo modo las cerámicas que
adornan vitrinas o estantes. Pues bien, seguramente se detendrán las miradas en
el las de Belén, principalmente si, como ya he dicho, son de olivo.
Es un buen momento para comentar, explicar y recordar antiguas vivencias, que
despiertan el interés del que las escucha. Un belén puede ser un sencillo
adorno, como cualquier máscara o fetiche, que cuelga en la pared. Pero más de
uno, muchos más belenes de diferentes estilos y procedencias, en diversas y
delicadas estancias, no dejan indiferente a nadie que preguntará porque han
adornado la casa con tantas semejantes, casi idénticas figuras.
COLECCIONISTA
El hombre me
atrevería a decir que por esencia, es un animal coleccionista (sic) pudiera ser
interpretada tal posesión por el simple instinto de tal singular vicio, hay que
tenerlo en cuenta y que sorprenda más por su simbolismo que por su número.
La colocación que se le dé no debe semejar tampoco la que tendría si se tratase
de una vitrina comercial de cualquier establecimiento comercial. La colocación
debe ser esmerada, bella, hasta reverente, me atrevería a decir.
Si el gozo de reunirse la familia entera a cantar villancicos es admirable
costumbre, los comentarios, las explicaciones y las confidencias con motivo de
dar cuenta de tal cristiano adorno de Navidad, pueden llenar de felicidad al
que da cuenta y contagia su entusiasmo, que siente ante tanta figurita que le
recuerda el prodigio divino de Belén.
PONER UN NACIMIENTO
Durante los últimos años de la vida de mi madre, murió a los 97 años, yo la
acompañé viví en su casa. Fue entonces cuando se me ocurrió poner más de un
nacimiento donde recibía las visitas de familiares, amigos y conocidos. A todos
y todas les picaba la curiosidad. Gustaban comentar la
representación y la procedencia de cada conjunto. La simple charla se tornaba
devota. Murió ella y yo continué aumentando el número. Conseguí que fueran
representantes de los cinco continentes. Desde los adquiridos en Belén, los más
selectos, al de Greccio, el más franciscano de entre
todos ellos, hasta los africanos y los encantadores latinoamericanos. Cada uno
tenía su gracia y su mensaje. El sitio de donde procedía cada uno, quien lo
regaló, a quien más gustaba, ninguno de ellos resultaba indiferente. Y el
encuentro de alguna manera resultaba evangelizador.