MONS. FERNANDO
Mientras
escribo este artículo me imagino en Salto en la eucaristía de la despedida
física de Mons. Fernando.
Como
suele suceder en los veranos salteños lo que llama la atención es el calor que
se adueña de las calles de la ciudad y hace que poca gente se vea circulando
por sus aceras.
La
catedral ha permanecido abierta durante toda la noche y diversos grupos de
fieles se han acercado a despedir al Obispo de la Diócesis.
Dentro
del templo se puede sentir un algo de frescor pero más, mucho más, se puede
sentir un silencio entremezclado con la congoja.
Todo
comenzó allá por setiembre cuando se supo su enfermedad y de la imposibilidad
de hacer algo.
Hacía
poco había asumido la responsabilidad de la Diócesis y había sabido ganarse el
afecto de muchos con su sonrisa serena y su cercanía.
Como
reguero de pólvora se corrió la noticia de su enfermedad causando, tal noticia,
estupor y despertando oraciones.
Rápidamente
comenzaron a circular las noticias de su deterioro.
Resultaba
casi imposible suponer que el desenlace habría de ser tan pronto.
“Mons.
Fernando está en agonía”
“Gracias
Fernando por tu presencia y testimonio que nos hace pensar y reflexionar sobre
el fin de la vida. Ella es un hilo que nos conecta a Dios a través de Jesús en
su agonía: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Allí estamos Fernando:
en el hilo que une el dolor con la esperanza de sentir que en Dios se
reencuentran todas las cosas. Que tu agonía nos traiga la paz de sentir tu
amistad y cariño en tu paso por nuestra Diócesis. Somos amigos en el Hijo y en
Él ponemos tu vida y nuestras vidas. Que así sea”. Fue una oración surgida
desde la profundidad del corazón.
“A
las 16,30 de hoy (viernes) falleció Mons. Fernando”
Lo
primero que surgió en mi interior fue un “debo ir” para saludar a Pablo,
Carlos, José y Tito. No debe ser sencillo el momento que les toca vivir. Luego
debí ser realista entre lo que debía hacer y lo que quería realizar. Tal vez
equivocadamente, no lo sabré, opté por lo que debía realizar y resigné mi viaje
a un simple deseo.
Como
producto de ese deseo nace este artículo donde, son cerca de las 14 horas y
debo aprontarme para estar en la eucaristía.
Pese
a la hora y el calor los fieles son numerosos ocupando los espacios del templo.
Todo
fue muy sencillo.
Se
escucharon diversos testimonios que no hacían otra cosa que destacar algunos
aspectos de Mons. Fernando.
Un
alguien que pasó, prácticamente, toda su vida en la Argentina desempeñando
diversas tareas en ese lugar y recién se estaba dando a conocer en la diócesis
de Salto.
Quedó
sus últimos tiempos en Salto porque era su lugar designado debía amarlo hasta
el final.
Me
llamó la atención el testimonio de una de sus hermanas cundo manifestó un algo
que Fernando, ya conociendo su enfermedad, le manifestó que “se sentía una
persona feliz porque realizado. Siempre se había sentido privilegiado y había
recibido mucho amor”
Las
palabras del párroco de Fray Bentos fueron muy sencillas pero dejando muy en
claro que el paso de Mons. Fernando por la Diócesis había sido el de un pastor
cercano, cálido y muy sereno.
Sus
hermanas agradecieron el afecto recibido y la compañía que su hermano
experimentó hasta el último de sus días.
Así
se cerró la página de un obispado de pocos días más que un año.
Así
se cerró la página de un obispado de alguien que llegó para amar y ser cercano.
Así
se cerró la página de un obispado que supo regalar la serenidad de una sonrisa
que invitaba a confiar y esperar.
Mons.
Fernando descansa en paz en el cálido suelo salteño donde Dios te trajo para
hacerte respetar y querer por tu bonhomía y paz.
Fernando
no pude despedirte como me hubiese gustado pero estos pobres renglones quiere ser mi más sentido GRACIAS.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB