Resultados esperados y
resultados imprevistos
P. Fernando Pascual
7-3-2020
Al tomar una decisión
esperamos alcanzar un resultado. Quien siembra, espera cosechar. Quien
invierte, espera obtener ganancias. Quien ve una película, espera pasar un buen
rato.
En ocasiones, después de haber
llevado a cabo lo propuesto, descubrimos que el resultado no era aquel que
habíamos previsto, sino uno diferente.
La cosecha no fue tan buena (o
incluso fue realmente mala). La inversión hizo perder mucho dinero. La película
no solo era mala, sino deprimente.
En otras ocasiones, los
resultados corresponden a lo que esperábamos, incluso superan las expectativas.
Momentos así producen alegría, al constatar que las cosas salieron realmente
bien.
La experiencia humana incluye un
grado de indeterminación y de sorpresas que explican por qué los resultados
esperados no siempre se alcanzan, y por qué se producen resultados imprevistos
(positivos o negativos).
Por más que nos esforcemos por
planearlo todo, por quitar obstáculos, por emprender las acciones que
consideramos más seguras y más prudentes, basta un cambio de viento, un retraso
en el tráfico o un resbalón en la cocina para que todo cobre un cariz
sorprendente.
No resulta fácil convivir con
la indeterminación de la vida. Quisiéramos que todo procediese como lo teníamos
previsto. Pero en muchas ocasiones no podemos cambiar el mundo externo, ni
tampoco los modos de pensar y de actuar de quienes están cerca o lejos.
Por eso, la sabiduría popular
y algunos grandes pensadores nos exhortan a no sufrir ante lo imprevisible ni
angustiarnos ante lo indeterminado de la historia humana.
Trabajaremos, sí, por tomar
buenas decisiones y por poner los medios más adecuados para alcanzarlas. Pero
sabremos que ni los mejores planes alcanzan sus objetivos.
Además, el corazón vive con
más paz cuando acogemos los imprevistos desde la confianza en Dios, que sabe
sacar bienes de los males, y que tiene una providencia amorosa para cada uno de
sus hijos...