Esperar que triunfe la
justicia
P. Fernando Pascual
28-3-2020
En la “República” escrita por
Platón hace ya casi 2400 años, Sócrates dialoga con varios personajes sobre un
tema que conserva una actualidad inagotable: ¿qué beneficios obtiene una
persona que vive según la justicia?
Muchas personas, del pasado y
del presente, piensan que hay hombres injustos a los que les va bien, y hombres
justos que sufren, incluso que fracasan.
Para Sócrates y sus
compañeros, hace falta encontrar argumentos válidos para comprender que vivir
justamente no solo es laudable, sino beneficioso.
Pero la realidad es que hay
muchos justos que terminan sus días en derrotas, incluso olvidados por completo
por la historia; y que todavía hoy hay injustos que han triunfado y que incluso
son alabados por historiadores y por la gente.
Algo nos dice que la muerte no
puede sellar definitivamente el destino de unos y de otros. Además, los juicios
tras la muerte, los que sacan a la luz delitos ocultos del pasado e inocencias
desconocidas, no redimen la tristeza profunda de los que han vivido la justicia
en medio del desprecio y la derrota.
Por eso, necesitamos esperar
que triunfe la justicia. Quisiéramos que eso fuera posible ya en esta vida,
para sacar de la cárcel a inocentes condenados, y para llevar a los jueces a
aquellos que han causado daños a otros.
Por desgracia, muchas veces
eso no ocurre en el mundo presente. Entonces la mirada se dirige hacia otra
vida, hacia un Juez que conozca incluso lo que aquí quedó oculto, y que premie
la virtud auténtica, aunque haya pasado desapercibida para muchos.
Es una de las ideas que
ofrecía el Papa Benedicto XVI en su encíclica “Spe salvi”. Y es una intuición de los corazones, que se abren a
Dios como Juez justo y esperanza de los débiles.
Sócrates terminaba sus
reflexiones en la “República” con la certeza de que vale la pena vivir la
justicia, de que el justo siempre gana, en el mundo presente y en la vida que
nos espera tras la frontera de la muerte.
Esa certeza de que triunfe la
justicia se convierte en esperanza que nos impulsa a trabajar con lo mejor de
nosotros mismos, para defender a los débiles, para promover la verdad, para
denunciar los delitos, y para abrir el mundo a la victoria del bien que es el
núcleo más profundo de las aspiraciones del corazón humano.