POR
LA ESPERANZA
No
alcanza con constatar una realidad sino que necesario se hace el planteo de
alguna solución.
¿De
qué sirve plantear lo que todos sabemos si no se plantea una solución?
Necesario
se hace partir de la certeza de que debe existir una solución.
De
no existir la certeza de una solución ¿qué futuro podemos esperar?
Sabido
es que la solución no pasa por una respuesta mágica que algún iluminado posea.
¡Ojalá
existiese una fórmula mágica capaz de revertir en esperanza la desesperanza
con, tan sólo, un golpe de varita!.
El
cambio de la realidad no pasa, en su totalidad, por un algo que está a nuestro
alcance.
Nadie
está capacitado para solucionar, inmediatamente, la crisis existente.
Hay
situaciones que van mucho más allá de lo que está a nuestro alcance.
La
recesión mundial no la habrá de modificar ninguno de nosotros.
La
pérdida de valores, que muchísimos vive, no la habremos de cambiar nosotros por
más empeños que hagamos.
La
situación económica mundial producto del COVID 19 no está en nuestras manos
modificarla.
Es
indudable que hay muchas cosas que nos trascienden.
Nadie
puede hacer más de lo que está a su alcance y allí radica el gran secreto del
necesario cambio de hoy en día.
Hoy,
invadidos de desesperanza, hemos trasladado a la desesperanza a nuestro sentir
y al no hacer lo que debemos.
Es
no ver nada positivo en todo lo que nos rodea.
Es
actuar con la seguridad de que lo nuestro es una pérdida de tiempo.
Es tener la seguridad de que todo sirve para
nada.
Parecería
como que nuestro actuar es un plantarnos resignadamente ante la vida
limitándonos a hacer que pasemos por ella.
Debemos
plantarnos ante la vida con los ojos bien abiertos.
Si
lo hacemos descubriremos que es más, mucho más, lo positivo que lo negativo.
Veremos
que no todo es una pérdida de tiempo sino que existe la posibilidad de caminar
en pos de los sueños.
Llegaremos
a la constatación de que nadie puede erigirse en juez de la efectividad de sus
actos.
Existen
pequeñas recetas que, de aplicarlas, habremos de estar haciendo un aporte
invalorable a la recuperación de la esperanza.
Compartir
lo positivo y callar lo negativo de los demás y de lo que nos rodea.
Intentar
hacer, cada uno, las cosas que debemos hacer con la convicción de que ello es
lo más importante que tenemos que realizar.
Poner
de nosotros lo mejor en lo que hacemos.
Tener
la seguridad de que mucho se revierte si poseemos y aplicamos la capacidad de
mejorar nosotros.
Ese
nuestro cambio se da en la medida que seamos capaces de ponernos pequeños
compromisos en lo cotidiano.
Respetar,
a toda costa, la originalidad de los demás.
Así
podríamos seguir mirando pequeñas recetas que hacen a nuestra conducta diaria y
en nuestra relación con el resto.
Podrá
parecer que pretendemos modificar el estado de salud de un enfermo grave con
esos comunes analgésicos de venta libre en cualquier almacén.
No
es así puesto que estas pequeñas recetas dicen de un posicionamiento ante la
vida.
También
se me podrá decir que esas pequeñas recetas no son tales porque tienen una
amplitud tal que parecerían no decir
mucho.
Nos
gustarían pequeñas recetas mucho más concretas. Está en cada uno la adaptación
de esas recetas a sus posibilidades bien concretas.
El
cambio no pasa por la aplicación de fórmulas sino desde una postura sumamente
personal que se refleja en actitudes solidarias.
Solamente
desde allí es que podremos pasar de la desesperanza a la luz de la esperanza.
Padre Martin Ponce de Leon
SDB