Acusaciones generalizadas
P. Fernando Pascual
2-2-2020
Una acusación generalizada es
aquella que considera que todas las personas de un grupo son peligrosas, o
malas, o con tendencias psíquicas depravadas, o con otros defectos de cierta
importancia.
Un caso dramático por sus
consecuencias se dio en la Europa del siglo XX, cuando los líderes políticos
del partido nazi declararon que todos los judíos eran dañinos y debían ser
eliminados.
Casos menos dramáticos, pero
no por ello dejan de ser peligrosos, ocurren cuando se piensa que todos los de
una nacionalidad son potenciales ladrones, o vagos, o incultos, o agresivos.
En las acusaciones
generalizadas se incurre en un grave error contra un principio fundamental del
derecho y de la sana ética: se olvida que los delitos y las injusticias son
cometidos por las personas libres.
Porque una persona no es
asesina o violador por ser de una nacionalidad concreta, o por hacer recibido
de sus padres cierta religión, o por admirar un equipo deportivo, o por votar a
un partido o a otro.
A pesar de que para muchos la
maldad no es una etiqueta que vale por igual para todos los que pertenecen a
cierta categoría, sorprende ver cómo en el cine, en la literatura, en las
canciones, se difunden estereotipos con condenas generalizadas contra estos o
aquellos seres humanos según el grupo de pertenencia.
Frente a este tipo de
prejuicios, que tanto daño han hecho en el pasado y hacen en el presente, hace
falta promover una sana visión sobre el hombre que reconozca, como raíz de las
acciones, algo tan decisivo como la libertad.
Esa libertad funda y explica
los actos buenos que promueven la justicia, y también aquellos actos malos que
dañan a inocentes. Las condenas y las acusaciones elaboradas correctamente se
construyen desde ese presupuesto básico.
Es cierto que algunos grupos,
constituidos desde la decisión libre de personas concretas, pueden tener fines
negativos que la ley debe condenar y perseguir. Pero incluso en esos casos las
acusaciones contra esos grupos serán correctas precisamente cuando reconozcan
que la afiliación al grupo fue un acto libre de cada uno de los que participan
en el mismo.
Frente a las acusaciones
generalizadas necesitamos promover una cultura del respeto hacia cualquier ser
humano, venga de donde venga o se caracterice de una manera o de otra.
Esa cultura del respeto valora
la bondad o maldad de cada individuo no según criterios de grupo, sino según
algo tan seriamente humano como lo que surge a partir de decisiones libres y
responsables de las personas en su irrepetible singularidad.