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CON DIOS EL SUFRIMIENTO, TEMORES Y DOLORES
Getsemani…. El supremo dolor moral… Fue tanto,
que hasta llegó a sudar gotas de sangre.
La absoluta soledad… Por tres veces, fue a buscar alguien
con quien compartir su angustia mortal, pero no lo encontró…, estaban durmiendo.
Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, nos salvó con su dolor.
Es Sumo y Eterno Sacerdote. Nos redimió con su sangre.
El Bautismo nos ha constituido en sacerdotes-reyes. San
Pedro nos dice: “también vosotros- como piedras vivas- estáis edificados como
edificio espiritual para un sacerdocio santo” (1Pedro,2:5). “Vosotros sois
linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de su propiedad”
(1Pedro,2:9).
El sacerdote es mediador entre Dios y los hombres.
Podemos, al pie de la Cruz, ofrecer toda esta situación actual
y poner en el Corazón del Hijo de Dios, crucificado y traspasado, tanto dolor,
tanto trabajo, tanto esfuerzo, tanto sufrimiento y el temor de toda la
humanidad en este tiempo de pandemia por el Coronavirus. Pidiéndole, a nuestro Padre
Dios, que nuestro ofrecimiento sea corredentor. Compartiendo con el Hijo de
Dios su dolor y acompañándole en su sufrimiento y soledad y pidiéndole que Él
esté en nuestro sufrimiento y soledad, y nosotros con Él.
Aunque hayan transcurrido ventiún siglos desde
Getsemaní, para Dios no hay tiempo, pues el espacio y el tiempo son accidentes, y son humanos. En
Dios lo que hay es un “hoy” eterno.
Compartir con Jesucristo su dolor y el nuestro, su
soledad y la nuestra, es manifestación de nuestra alma sacerdotal. Dios está siempre
a nuestro lado, en la vida y en la muerte.
Por el bautismo, todos los fieles participamos del
sacerdocio de Cristo y estamos llamados a compartir sus sentimientos. Por
tanto, hasta el más pequeño vencimiento, ofrecido a Dios y hecho por amor,
puede tener valor de eternidad.
Esto es así por el sacerdocio común de los fieles –que tenemos los fieles
laicos y los sacerdotes-recibido con el Bautismo.
¿Hasta dónde llegará la grandeza del sacerdocio
sacramental que, a diario y en cada Eucaristía, hace bajar a Dios del Cielo a
la tierra para mí y para toda la Iglesia universal, tanto si la Misa es con pueblo
como sin él, perdona los pecados en la confesión, porque recibió de Jesucristo el
poder de atar y desatar y actúa en nombre y en la persona de Cristo cabeza?
La Virgen santa participa de un modo excelso del
sacerdocio de su Hijo, Jesucristo, por ser madre de Dios, madre de la Iglesia y
madre nuestra (Lumen Gentium,63).
Ella nos enseñará, guiará y nos acompañará en la vida y
en la muerte, en nuestro camino hasta el Cielo.
Rosa Corazón