Conocimientos científicos y
creencias
P. Fernando Pascual
3-4-2020
El ser humano piensa y decide
con la ayuda de una serie de datos y suposiciones. Algunos de ellos son
considerados científicos. Otros son creencias.
¿En qué difiere un
conocimiento científico y una creencia? De un modo simplificado, notamos que un
conocimiento científico se impone a la mente por el rigor y la exactitud de lo
que ofrece.
En cambio, una creencia se
construye, normalmente, desde algún motivo que no está demostrado empíricamente,
sea porque uno quiere creer algo, sea porque tiene un motivo extrínseco (por
ejemplo, acepto una información porque supongo la honradez de quien me la
ofrece).
Pensemos en un ejemplo
sencillo. Preguntamos cuál sea la distancia entre la tierra y la luna. Un
científico hará cálculos, los confrontará adecuadamente con sus colegas, y
podrá darnos una respuesta exacta (o, si no exacta, nos explicará cuál sea el
margen de error de su respuesta y por qué existe tal margen).
En cambio, un amigo con cierta
fama de estudioso nos podrá dar una respuesta aproximativa, que aceptaremos en
tanto en cuanto creamos que suele tener buenas informaciones, aunque no tiene
ni los instrumentos ni los títulos para comprobarlas según la astronomía
científica.
En general, hay un punto que
diferencia entre lo científico y lo creído. Lo primero se impone por sí mismo.
En matemáticas, por ejemplo, basta una demostración bien elaborada para que la
inteligencia diga, casi “obligatoriamente”, que el resultado es correcto y la operación
está bien hecha.
Lo creído, en cambio, se basa
en suposiciones, algunas de gran importancia (aunque a veces sean frágiles).
Por ejemplo, si pregunto por la calle cómo llegar a la farmacia más cercana,
supongo que quien me responde es honesto y conoce bien la zona.
Algunos conocimientos
aceptados como creencias, desde una especie de fe humana, pueden luego ser
comprobados de un modo más o menos científico. Por ejemplo, si a un niño se le
dice que el agua entra en ebullición a los 100 grados Celsius, seguramente al
inicio aceptará la información como creencia. Pero cuando lo desee (y tenga los
medios adecuados para ello) podrá hacer un experimento que eleve su creencia a
dato científico.
No todos pueden repetir
experimentos, algunos muy complejos, que sirven para alcanzar datos
científicos. Pero suponemos (y eso es una creencia más o menos segura, pero
creencia) que los datos publicados en revistas científicas están apoyados
suficientemente en el rigor de los laboratorios y la honestidad de los investigadores.
Es interesante notar una
dimensión de las creencias que desvela algo de nuestra humanidad: están basadas
en confianzas sociales, que llevan a acoger lo dicho por otros como válido,
aunque uno mismo no sea capaz de comprobarlo.
Esas confianzas sociales en
otros pueden llevar a engaños: muchos pacientes creen en todo lo que dicen los
médicos como si fuera algo irrefutable, cuando incluso los mejores médicos
pueden equivocarse.
A pesar de sus límites, las
confianzas sociales son el pan nuestro de cada día, desde que nos levantamos
(muchos creen en lo que dice la prensa sobre la situación del último virus
peligroso) hasta que apagamos la luz antes de dormir después de haber tomado
una pastilla que, dicen, sirve para mejorar la digestión.
A lo largo del camino buscamos
apoyo en conocimientos que tengan garantías de ser científicos (no todos lo
son, aunque lo parezcan). Pero nunca podremos dejar de lado tantos y tantos
otros conocimientos basados en creencias que, esperamos, nos ayuden en las decisiones
de cada día y nos permitan un mayor acercamiento a aquellas verdades que tanto
necesitan nuestra mente y nuestro corazón.